Esta es otra de esas olvidadas bandas italianas de rock sinfónico que aparecieron en la eclosión del estilo que acaparó con entusiasmo el primer tramo de década. En los setentas solo grabaron dos discos, el que nos ocupa de 1972 y otro en 1974 que no se tiene en cuenta porque en realidad se limitaron a acompañar a un cantautor llamado Adriano Monteduro y fuera ya del estilo progresivo. Una lástima porque este trabajo primigenio es tan bueno como cualquiera de esas gemas perdidas en la Italia sinfónica de las Premiatas y los Bancos.
Se forman como sexteto en Roma en 1972 y entran rápido en el estudio. Como es habitual en el resto de sus compatriotas la música tiene toda su fuerza en los teclados: Piano y órgano principalmente, en un estilo de tempo medio, pausado y muy similar a veces a los primeros Pink Floyd en ese típico “ritmo lento” de órgano sacro suspendido, que caracterizaba las primeras obras de los británicos psicodélicos por excelencia (para mí las mejores). Lo peculiar del álbum es que el cantante Henryk Topel Cabanés era un español (¿?) cantando en italiano con un toque muy melancólico y abatido, lejos de los tópicos y estreñimientos vocales habituales de la “canzone” a lo Cocciante o el cántico amoroso que tan bien imita nuestro italianizado latin lover Sergio Dalma.
En esta ocasión tenemos un álbum de 40 mtos y con piezas que llegan incluso a los 9 de duración. Federico Troiani es un teclista que ha prestado mucha atención al órgano de Rick Wright: esos vacíos cósmico celestiales que tan buen provecho sacaban los Floyd hasta el Oscured By Clouds y que poco a poco fueron abandonando hasta el desastroso y plomizo The Wall (al menos para mí). Este disco de R.A.M suena algo polvoriento. Han pasado muchos años y el tiempo es un juez implacable. Ese estilo sinfónico, suave y apacible. Analógico hasta la médula, genuino de una época mucho más inocente que la de hoy, donde la música era mucho más hermosa que la de nuevas generaciones, dentro de su simpleza. Una simpleza que hoy se agradece como si te regalasen un excalextric, un fuerte de madera con indios de goma, un juego de construcción de castillos o un pack de magia para niños. “Favola” desgrana guitarras acústicas y una voz canta perezosa y sin prisas con una pequeña orquestal en los arreglos y debes apoyar bien la espalda en el árbol, el trasero en un buen césped. “Il mattino” sigue por bucólicos caminos mientras el piano te acompaña en el sendero y ligeros arreglos de cuerda apaciguan tu marcha mientras el teclado describe la melodía. Llega un momento en que los primeros Banco aparecen en una creciente aceleración instrumental para que la guitarra solista diga unas palabras. Es uno de los momentos más prog del álbum hasta que se retorna al plácido inicio. “Ognuno Sa” tiene un ligero acento a blues rock filtrado a lo Floyd y “Padre” ya es Floyd hacia el 69, 70, 71 con una hermosa melodía donde la voz y el órgano a la Wright no esconden sus secretos ni tampoco la guitarra solista que transcurren plácidamente como detenidos por el tiempo.
Estamos en 1972 y es el sonido de ésa época sin trampa ni cartón. Tal cual. “Lavoro In Citta” es más de lo mismo pero en el centro hay un mellotrón y voces que puede recordarnos tanto a los Moody como a la Barclay como al bonito final del “Echoes”. Termina algo más animado hacia el rock-blues. “Vertigine” sigue siendo deudora de su época y del estilo algo más Greenslade o a los primeros grupos proto-prog británicos que sonaban parecidos. Reale Accademia Di Musica tuvieron alguna grabación más reformados en el 2008 y hasta el presente con un reciente trabajo del 2018 que lo dejo a la opción del oyente.
Alberto Torró
Temas
Favola 3:46
Il Mattino 9:19
Ognuno Sa 5:18
Padre 8:42
Lavoro In Citta' 5:56
Vertigine 7:12
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