El segundo disco de estudio de estos alquimistas es prácticamente una continuación de estilo del anterior pero incluso más trabajado si cabe.
Los teclados son la base de esta banda tal como os comenté la pasada semana y hay que reconocer que las líneas de trabajo son altamente complejas y elaboradas. El teclado es la base del rock sinfónico. Sin él no podría utilizarse esa etiqueta ni podría hacerse esta música. Es cierto que las nuevas tecnologías permiten hacer a las guitarras cosas muy similares. Si por ejemplo escuchas atentamente a Robert Fripp y su laboratorio de química sonora con sus guitarras procesadas, las teclas prácticamente no se echan en falta, aunque él siempre ha sido un ejemplo atípico en el estilo que nos concierne. Quizás me equivoque, pero jamás los Crimson utilizaron un sintetizador o un órgano. Su rey fue el mellotrón. Michele Mutti es evidentemente de la escuela de Keith Emerson, pero este sí utiliza el mellotrón cosa que tampoco hizo nunca Emerson. En definitiva las posibilidades sonoras de estos italianos son mucho más amplias. El hammond y el minimoog de Mutti, así como su piano son inconfundibles en su tratamiento emersónico. Se nota una profunda base clásica al igual que todo aquél que se precie de hacer ésta corriente. Para esto siempre ha sido fundamental tener una competente sección rítmica bajo-batería y estos químicos de la torre la poseen. Ya sabéis que las métricas progresivas son complicadas para un batería y tienen que estar perfectamente acoplados en la composición. Un drummer no es un mero acompañante, salvo en las malas músicas convencionales o los encargos como músicos de sesión a sueldo que se tienen que aburrir hasta el bostezo y casi mirando al reloj para que se acabe pronto. No hay nada peor en este mundo que tocar una música que no te gusta por compromiso, por amiguismo o por obligación. Es como trabajar en una cadena de fábrica.
“Neo” es un disco hermoso con cantidad de recovecos y melodías y debes estar atento a cada línea de música y a cada detalle. Entre las partes cantadas y las instrumentales hay un buen equilibrio ganando lo último como debe ser. No he sido nunca proclive a excesivas partes cantadas en ningún tipo de música salvo contadas excepciones y si él o la intérprete son fuera de lo común, cosa que no suele suceder casi nunca porque las buenas voces son muy escasas en el mundo de la música. Es más, generalmente molestan más que otra cosa y hay horrores y leyendas consagradas que mejor no cito.
De las siete piezas de este disco la mayoría son mini suites entre 8 y 11 mtos con sus correspondientes títulos y apartados. En conjunto un trabajo sólido y elegante que combina energía y partes suaves siempre con un elemento melódico resaltado. Como el anterior hará las delicias de los sinfónicos recalcitrantes entre los que me encuentro.
Alberto Torró
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