Pertenecientes a la escuela del space rock nos llega esta super banda que de paso me sirve para cambiar un poco la línea y ofrecer un guiño a los amantes del rock ácido-electrónico en onda a Ozric Tentacles o Quantum Fantay y para los que sois más viejos recordaros a Gong o Steve Hillage.
Le decía hace poco a un joven músico neo-psicodélico pillado en los tiempos en que Pink Floyd era un grupo original y excitante: es decir 1968-1972. Digamos hasta Obscured By Clouds porque de la cara oculta hasta nuestros días Pink Floyd solo fue una máquina de hacer dinero y que se hable de ellos hasta en los telediarios. Le decía al chaval que si quería hacer música imaginativa buscase un trabajo fijo al margen del arte que le diese para comer. A mí me daría vergüenza salir en los telediarios por algún asunto musical y lo he dicho en muchas ocasiones: si hablan de ti y eres famoso algo estás haciendo mal. La excelencia en la vida está reñida con la fama. Si en la vida haces algo bueno y quieren comprártelo, desconfía de tus propias capacidades, porque solo te lo comprarán si es una verdadera mierda. Si has creado una maravilla nadie te va a hacer ni puto caso. No te quepa la menor duda de esta afirmación. La gente compra lo fácil y llamativo. Lo directo y previsible. Pertenecer al grupo de los que buscan pepitas de oro en la vida no te dará de comer. Hay que ser consciente de ello y por eso si alguien quiere ser rico y famoso ha de firmar un pacto con la vulgaridad. Y con el circo romano. La vulgaridad abre puertas. Un creador o un imaginativo a ojos del populacho triunfará siempre que sea un cada dura o un histriónico o un vende humos. Lo malo sobrevive siempre pero al honesto consigo mismo se lo cargan o lo marginan.
Naturalmente siempre hay un mercado por pequeño que sea. Cuando alguien decide hacer música debe tener en cuenta que a mayor calidad más pequeña será la oferta. En el mundo actual del rock importan más las tendencias y cuanto mayor sea la mediocridad mejor. Las bandas que hacen hoy día estilos minoritarios y música que requiera la participación activa de las neuronas lo sabe. Saben perfectamente que el mercado de la buena música es muy pequeño y escaso. Si van 30 personas a un concierto suyo y disfrutan con lo que hacen, siempre y cuando los músicos no tengan que vivir de ello y no suponga un gasto añadido, será un placer para todos. Cuando la música se convierte en trabajo y en medio de vida se ha jodido todo. No creo que casi nadie hoy en día viva de hacer buena música. Eso pasaba hace ya muchas décadas. Lo contrario es una utopía o las rentas te lo permiten. En general la mayoría de grupos y músicos de los que hablo habitualmente tienen un trabajo paralelo o un medio de vida alternativo. La mayoría de las veces lo dicen. No depender de algo es la mejor forma de disfrutar de ello. La paradoja es que los músicos ya jubilados y sin presiones tienen tiempo para hacer lo que no pudieron, pero ya se les han ido las ganas. La broma de la vida.
Quizás no viene al caso esta introducción con los rusos Human Factor pero ya sabéis que me encanta rellenar páginas con ocurrencias varias y apuntar cosas que ayuden a entender por qué las bandas jóvenes progresivas hacen las cosas de una manera altruista y solo por amor a la música. Alexander Meshcheyakov bajista. Ivan Ivanov guitarra. Sergey Volkov teclados y Konstantin Shtirlizt batería se juntan en Moscú en 2011. Con sobrada experiencia. Los músicos rusos se inician muy pronto y aprenden rápido. Estos músicos venían de una banda de rock prog instrumental altamente tecnificada y potente llamada In Front con un par de discos en su haber. El nuevo proyecto instrumental sería este factor humano que los llevaría a jugar con una música más ensoñadora y menos metalera-matemática así que en 2012 graban el extraño título de “4.HM.F” como debut. Algunos también califican este disco como una especie de “post rock”, música que personalmente siempre he identificado con cierto aburrimiento pero éste no es el caso. Hay bastante psicodelia “moderna” muy energética y desde luego la etiqueta “space rock” que siempre sirve para centrar un poco las músicas “evasivas” de cuelgue psicotrópico.
“Secretos revelados” ya nos pone en marcha con unos burbujeantes teclados, musculatura rítmica y guitarra ardiente y cósmica. El sonido es espectacular con un lirismo frío y planeador donde los sonidos se van sobreponiendo como capas lisérgicas y con una amplitud que se acerca a lo épico electrónico. Es música instrumental de pinceladas pictóricas con sus momentos calmados y su abrasión sonora de fuerte base acid rock muy próxima a la psicodelia setentera. Las ocho piezas del disco llevan la misma línea energética.
“Homo Universum” grabado en 2016 y con su siniestra portada es una continuación estilística del anterior y en una línea similar probablemente que sus compatriotas Maat Lander. Los teclados se combinan a la perfección con la acidez abrasiva de la guitarra que no dudes que lleva caminos muy melódicos a pesar de la fuerza sonora que imprime. Es una música de texturas melódicas, pero lejos de la abstracción que podría suponer el lado electrónico o atmosférico que se abandona más en sonidos espontáneos que en piezas estructuradas o armónicas que aquí encontramos perfectamente diseñadas. Puede que algunos califiquen este disco como un elegante rock indie, post o alternativo por la a veces sencillez de la alternancia de acordes cíclicos y empleo del característico eco en la guitarra, pero son demasiados limpios en sonido y muy precisos en la ejecución como para compararlos con las bandas encuadradas en ese estilo. Bandas que normalmente se pierden en aburridos monólogos y abuso de lo farragoso por falta de técnica instrumental.
El tercer paso sería “Let Nature Take It Course” del pasado 2018. Bastante superior al anterior. Hay un cambio de guitarrista y entra Pavel Vorobyov que además toca también teclados. El estilo es exactamente el mismo que los anteriores discos, pero quizás se acentúa aún más ese trasfondo de tristeza cool y de paisaje a lo Blade Runner que a mí me parece estar viendo si cierro los ojos mientras escucho cada trazo de colores lanzados como una pintura líquida al vacío de un abismo. Se imprime una extraña belleza gélida que como en el primer disco roza lo épico. Una especie de sinfonismo sintético desencantado donde hay un mayor uso de sintetizadores y de capas matemáticas de teclado en pura evasión. Las secuencias y riffs se entremezclan en un tejido instrumental con una densidad rockera a veces próxima a los veteranos Hawkwind y grupos similares. Tan solo en la última tremenda pieza de este tercer disco aparece una voz en off de un tal David Paulley. Pura música lisérgica del siglo XXI que a su vez deja un agradable sabor de paladar y como no, el sello de tristeza eslava.
Alberto Torró
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