Con una distribución de temas similar al anterior nos llega esta segunda entrega de progresivo de cámara dos años después. La pareja rusa de Marjana y Gleb se rodea de 14 instrumentistas de alto nivel. Dos guitarristas: Vlad Avy y Mark Night. El arpista Andres Izmaylov. Max Ruodenko al bajo. El batería de Porcupine Tree Gavin Harrison. El arreglista de cuerdas Grigory Losenkov y dos cuartetos de cuerda: el Nensky String Quartet y el Turner Quartet. El precioso artwork corre a cargo de Konstantin Nagishkin.
Un aspecto del que siempre hablo con frecuencia es la línea a seguir de una banda cuando encuentra su estilo. Para algunos músicos resulta más excitante cambiar de forma y composición en cada registro porque no quieren repetirse. Yo conozco pocos casos de que esto acabe resultando bien. Cuando una banda decide pegar un bandazo hacia otros derroteros normalmente es para cagarla en el sentido empírico de los casos. No os suena eso de: “…nuestro nuevo disco os va a sorprender” o “creo que algunos fans nos odiarán por esto”. Cada músico tiene una forma particular y un estilo definido. Muchas veces ni ellos mismos lo saben y es más fácil que lo descubra un oído veterano o un melómano de pro que ellos mismos. La personalidad en la música es el mayor tesoro que puede tener un creador. Un músico debe conocer su estilo. Su terreno de confort. Repetirse en una evolución es lo más inteligente que un compositor puede hacer. Los experimentos no siempre salen bien. Por eso cuando encuentro a alguien fiel a su forma y estilo capta toda mi atención. Zappa como ejemplo hizo su música de las mil maneras diferentes, pero siempre fue Zappa. Su continuidad conceptual. Es cierto que casi todos en un momento dado sufren la influencia de las corrientes del momento y solo el que tiene una personalidad definida sale airoso en la perspectiva del paso del tiempo. Para mí lo más satisfactorio es que la discografía de quien sea, defina su firma personal. Si uno tiene una docena de discos grabados y no ha cambiado nunca su estilo es una bendición. Para algunos esta apreciación la definirán como inmovilista. Es fácil cansarse antes de examinar detenidamente las cosas y mejorarlas y muchos prefieren la ruptura constante, aunque eso suponga empeorar las cosas. Pero eso es precisamente lo que para mí separa a un músico bueno y honesto de uno malo, advenedizo, inconstante o mediocre. Cuando alguien decide hacer arte en la vida debe encontrar su estilo y ser fiel a él. Esto es mucho más importante de lo que la gente cree.
Iamthemorning son un grupo de fidelidad a una forma de hacer música. Lo tienen muy claro en todas sus referencias discográficas hasta la fecha. Lo exclusivo. La personalidad. Eso los define. Si uno encuentra aburrido hacer siempre lo mismo es que no ha sabido apreciar los miles de detalles y variaciones que surgen de una misma forma de composición. Solo el fino observador comprenderá lo que quiero decir.
“Belighted” empalma con la intermisión 9. Esa pieza será un hilo conductor hasta llegar a la 13 y entre medio encontramos ejercicios variopintos de canciones que beben de diferentes fuentes: una sorpresiva “The Howler” con sus modernas formas a medio camino entre el pop elegante y el prog cruzado de rock. No pasa lo mismo con “Human Misery” y su pretendido intimismo lleno de pinceladas de cuerda y poso de fácil escucha que al igual que “romance” nos abandonan en una decadencia fuera de tiempo alejada de pomposidades y con acentuados rasgos de teatro expresionista. Todo muy breve y continuo. Una simple historia lo define. “5por4” es aquella Kate Bush de principios de los 80´s pero barnizada de sonido acústico y nada de fairlight. Es curioso lo que una cantante inglesa de pop sofisticado ha ofrecido a futuras influencias. Es solo un bello apunte estético y no tanto una copia.
En “Crowded Corridors” nos parecen ver sombras célticas de canciones de amor y despedida. Hay guitarras frippianas al fondo del pasillo que se pierden en el eco mientras el piano y las voces vaporosas nos sumergen en ambientes de tristeza y de relato romántico y chopiniano cruzado con el fantasma de Keith Emerson al piano de cola. Una pieza de una elegancia sublime. “Gerda” utiliza armónicos de guitarra mientras Marjana canta a la ensoñación y a las débiles aristas de cristal a punto de romperse. Que no se caiga de tus manos tal fragilidad sonora que se derrite en un string quartet hasta apuntalar un difícil equilibrio a punto de romperse. El piano se deshace en ternura como un nebuloso sueño hacia el final.
La mayoría de las canciones parten de estructuras similares y sin duda la arquitectura sonora recae principalmente en el poderoso piano de cola de Kolyadin y en las delicadas pinceladas de arreglos de cuerda. Irremediablemente tienes que mirar y escuchar con otros ojos y oídos diferente del rock solo así podrás apreciar esta música.
Alberto Torró
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