Conforme pasa el tiempo escribir sobre música no es una temática de la cual se puedan decir cosas nuevas o sorprendentes. En realidad, muchas de nuestras largas parrafadas solo sirven para al final decir que esto o aquello es bueno malo o regular.
El riesgo de repetirte en cada artículo cuando llevas varias décadas utilizando una parecida terminología es muy alto. En realidad, en lo que a mí respecta cada crítica o comentario me lo planteo como una redacción que debe tener cierta variedad de argumentación y no terminar siendo como el hombre del tiempo en la TV. Pero generalmente se tira por lo esquemático. Es lo más fácil y rápido y casi siempre la mayoría de reseñas discográficas si os dais cuenta tienden a ser generalidades y tópicos previsibles. Por otra parte, la literatura musical de antaño siempre que naturalmente escribieses de música con cierta calidad y no en revistas pop o rock barato, el nivel era como más vehemente y más centrado.
En los setentas el rock progresivo se estaba inventando sobre la marcha. La música que escuchabas era ciertamente nueva y cada grupo tenía una personalidad propia. Un rasgo definitorio. Eso para un comentarista musical era un campo infinito donde utilizar literatura sin límites. Hoy no. No existe esa originalidad y el desafío para un comentarista musical de esa época de expresar en palabras sonidos desconocidos y estilos nuevos que era toda una fascinación y también una trampa para meter la pata hasta el fondo o decir cursiladas y anacronismos. Pero tenía su gracia. Hoy tenemos mucha información y un archivo enorme de referencias. También es cierto que no me lo tomo tan es serio como solía hacerlo. El entusiasmo no es el mismo. Hoy la música es una mezcla química de ingredientes dispares. En tiempos el vino se hacía tradicionalmente con una sola uva, envejecía y conseguía su denominación de origen. Hoy el vino es un producto híbrido de laboratorio que además de caro ya no sabe a vino. Os digo esto porque casi toda la música que hoy se hace es un proceso similar. También se dijo en su momento que el rock progresivo era un producto de laboratorio con la sutil diferencia de que los ingredientes eran de calidad.
El término “crossover” o “eclectic” han invadido el estilo hoy día y como es lo que hay debemos ceñirnos a ello o en caso contrario dedicarnos exclusivamente a las bandas de hace 40 o 50 años. Sin esperar nada nuevo bajo el sol hay ciertas bandas que pueden alegrarnos el día e IZZ es una de ellas. La peculiaridad de su estilo cambiante se vuelve a hacer presente en este nuevo disco que sigue manteniendo el nivel de calidad alto. Podrán gustarte más o menos las bandas modernas, pero si tengo que decir algo bueno de ellas, al menos de las más interesantes, te diré que mantienen en su discografía cierta constancia en hacer bien las cosas y no bajar el nivel de un disco a otro. No fue así en el pasado. Se hicieron obras antológicas que perdurarán en el tiempo, pero esos mismos crearon también mierdas históricas impresentables. Claro que a un fan ciego de un grupo en concreto no se le puede decir esto. David Gilmour llegó a decir en una ocasión. “da igual si hacemos buena o mala música, lo aplauden todo”
Este “Eterno Instantáneo” de 2015 cierra la trilogía iniciada en 2009. Puedes interpretarlo que podría editarse como caja en triple CD junto con “El atropello de la noche” y “La habitación oscura”. Musicalmente los tres trabajos están al mismo nivel. Si hacemos un balance general este último me resulta más melódico y pausado que los anteriores. Las voces como siempre son fantásticas y las melodías enganchan fácilmente. Instrumentalmente perfectos.
Alberto Torró
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