Tercer veneno de estos bolcheviques sonoros terroristas que no quieren que duermas bien ni sueñes con los angelitos rollizos con flechas del amor. Como mucho serán demonios que lancen fuego por el culo y ácido por la boca. Aunque quizás esté exagerando un poco y aquí la propuesta sonora, aunque parezca salida de los libros de H.P. Lovecraft no sea tan brutal como en los dos anteriores.
La música está más centrada, más ordenada si puede decirse, pero como siempre completamente abstracta y muy disonante. Cuatro monstruosas ¿piezas-composiciones? ocupan los 72 mtos. En la primera de casi 20 mtos podrían ser los Crimson de los projeckts más extremos y violentos con voces agonizantes que casi invocan al indio tolteka Don Juan de los libros de Castaneda mientras transcurren abismos de pesadilla. Música terrorífica y fascinante a partes iguales. Atemporal entre lo milenario y lo futurista y sin ninguna referencia a la que agarrarte. A pesar de lo caótico está tremendamente bien tocada y sumamente técnica porque si estás atento los detalles y el nivel alto de los cuatro músicos no pasa desapercibido.
En el segundo tramo nos vamos a los 22 mtos de invocaciones al más allá entre campanas tibetanas tambores de piel y a un brujo chamán pasado de rosca y de peyote. La instrumentación es similar a la anterior. El sonido del teclado a ratos me recuerda a Kerry Minnear de los gigantes gentiles pero sin su gentileza. El indio se pone muy pesado haciendo precisamente el indio que le encanta, entre percusiones de todo tipo hasta que un bloque monolítico de teclado le va diciendo que se calle porque va como un peñista borracho en fiestas patronales dando el coñazo. Los siguientes mtos es desesperación pura con una guitarra desangrándose sin piedad. Lo que escuchas es inclasificable y acojonaría al mismísimo Fripp y sus idas de cabeza, solo que estos rusos sacan mucho más provecho al material sonoro y no aburren a los culebrones como el gafitas británico con sus monocordes soundscapes y flatulencias frippertrónicas. Los Kalutalik estos te enseñan los apartamentos del infierno por si quieres comprar uno y decides invitar de a los monstruos siderales del Lovecraft y hacer una fiesta necrófaga. La conversación final de escalas enloquecidas entre la guitarra y el teclado te saca de quicio, pero eso es lo que quieren que pierdas la paciencia y te acuerdes de su familia.
El siguiente castigo divino se va otra vez a los 21 mtos y empieza como una sorna sonora de humor negro. Un desfile de espectros y vapores de ultratumba y el brujo ya con una mierda de opio insufrible. Tose y se queja mientras de paso le sacude al vodka sin piedad. La madre que lo parió al fulano. Ya no hay misericordia para el oyente que solo disfrutará de esto si va hasta el culo de todo y ya ha evacuado intestinalmente todo el empacho sonoro anterior. Tremendos lamentos wah wah de guitarra que a mitad muere entre estertores de dolor metafísico hasta que una flauta étnica entona el canto fúnebre entre los fuegos fatuos del bosque nocturno. Aquí casi hay recuerdo a los kraut alemanes primigenios. La estridencia, aunque controlada es una cuchilla de afeitar hasta que los mejores momentos “los más musicales” aparecen hacia el final de tema. A pesar de que esto os lo redacte de forma algo jocosa, la verdad es que son unos tipos fantásticos haciendo una música desafiante y completamente liberada de estereotipos.
La última pieza la más corta dura incluso 9 mtos en un nervioso ejercicio que resume bien todo lo anteriormente expuesto. Escalas imposibles, disonancias por doquier, ritmos caprichosos, enfermos del psiquiátrico dándose cabezazos entre risas y trances. Me parece ver a Jack Nicholson y su perversa sonrisa en la puerta astillada del Hotel Overlook mientras es sodomizado por todos los simpáticos fantasmas. Termina el disco y solo quieres un tranquilizante y dormir con la cabeza tapada.
Alberto Torró
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