Si su primer disco puede encuadrarse más en un rock blues sofisticado con guiños a algunos covers prog, aquí la señora Lloyd demuestra todo su potencial en una música que combina de manera magistral la influencia de la música del romanticismo tardío con una sensibilidad actualizada y perfectamente llevada a los terrenos del rock y de la guitarra eléctrica principalmente.
Este cuatro piezas es un trabajo arriesgado. A nadie se le habría ocurrido adaptar una pieza del compositor británico del siglo XX Ralph Vaughan Williams (1872-1958) llevada a terrenos diferentes. Esto ocurre con Fantasía (Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis en el original clásico). La música de Williams solo se prestaría en manos de Robert John Godfrey y los The Enid. Demasiado refinamiento clásico que resuelve de una manera muy original. Me ha tocado de cerca porque Vaughan Williams es uno de mis compositores favoritos y tengo las grabaciones de todas sus obras. Resulta reconfortante escuchar adaptaciones curiosas de obras clásicas y en concreto basándose en compositores no tan conocidos para la mayoría y con piezas tan complejas como ésta. Aquí la orquestación está completamente en manos de Cailyn entre suntuosos teclados y una poderosa guitarra solista ejerciendo de voz principal en la línea melódica. La solemnidad de la versión del compositor se traduce en una pieza tensa y dramática. A su vez Thomas Tallis fue también un organista y compositor británico del siglo XVI cuya producción fue la música sacra. Así pues, la esencia de esto que escuchamos, aunque compuesta en 1910 tiene cinco siglos. La pulcritud de la soberbia guitarra de esta mujer nos trae al presente una música perdida en el polvo de los tiempos.
En “Largo” nos encontramos de nuevo con otra adaptación que no es otra que el famoso movimiento lento de la “Sinfonía del Nuevo Mundo” del compositor checo Antonin Dvorak compuesta en 1893 como homenaje a su estancia en Estados Unidos. La obra posee una famosa y bonita melodía utilizada muy a menudo por diferentes referencias en lo que conocemos como música “moderna”. La instrumentación aquí es básicamente piano, teclados de base, bajo, batería y las guitarras dobladas ya inconfundibles de Cailyn Lloyd con ese sabor rock-blues perfectamente ensamblado que da un efecto emocionante. Durante el desarrollo de la misma las variaciones permiten degustar con los oídos el impecable estilo de esta señora. El trasfondo romántico de la obra se funde acertadamente con el hard-rock-blues. Podría parecer un perfecto sacrilegio para los puristas pero la obra es de tal rigor y calidad interpretativa que toda persona con cierto conocimiento global de la música apreciará sin ninguna duda.
“Adagio” o lo que es lo mismo el famoso “Adagio para Cuerdas” del norteamericano Samuel Barber (1910-1981) prefigura el número tres. Esta pieza ha sido siempre una de esas cosas sueltas e individuales sobrecogedoras que comprimen el alma. La secuencia melódica de cuerdas superpuestas en el original produce al mismo tiempo una sensación de tristeza profunda y satisfacción melódica difícilmente expresable en palabras. Esta obra de profundo dramatismo ha sido empleada incluso en funerales de figuras tan célebres como Grace Kelly, el Presidente Kennedy o Albert Einstein entre muchos otros. Al igual que todas las piezas de este disco la guitarra solista es la verdadera protagonista que bajo una cuidada instrumentación y arreglos se las arregla por momentos para arrancar toda la pena y la tristeza que esta dolorosa e inmortal composición clásica.
En “Nocturno” sin aparecer una acreditación clara podría haber alguna relación con Chopin y el romanticismo del siglo XIX. No logro identificarlo claramente, pero puede asegurarte que esta pieza suena mucho a las últimas producciones de Andy Latimer. Sin ser demasiado Camel moderno, sí que me suena bastante por la forma melódica de puntear la melodía y por la rítmica característica en la parte central del tema. En definitiva, un álbum sumamente agradable y con partes realmente emocionantes que gana con más escuchas.
Alberto Torró
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