Aunque la discografía de Ange se va a extender hasta nuestros días yo lo dejaré en este disco primero por no cansaros y segundo por lo irregular que seguirá siendo su propuesta musical.
Reconozco que este disco tiene para mi gusto la portada más bonita de toda su discografía algo que psicológicamente siempre influye porque tenemos la costumbre de ver un producto que entre por los ojos. Esto ocurre en todo. En el arte y en la gastronomía. Si un disco tiene una portada horrible instantáneamente que no va a tener el mismo interés. Ocurre igual que cuando vemos el cartel de una película. Nos atrae la primera vista, la primera impresión aunque luego el contenido sea una mierda. Hay gente que tiene discos o los conserva solamente por su arte gráfico. Os pongo un ejemplo: Dave Greenslade y su Pentateuco para la Cosmogonía. Doble LP con un libro de arte gráfico impresionante del ilustrador Patrick Woodroffe. De lo mejor que se ha hecho en vinilo, pero desgraciadamente con la música más sosa y pueril que puedas imaginarte. Esto es terrible y un desatino, pero hay coleccionistas que lo tienen solo por esa presentación. Podríamos continuar con la lista y también con músicas extraordinarias que no han sido agraciadas con las portadas y en este caso el desatino es mucho mayor. Una pena.
En “Les Larmes” repiten la formación original del anterior y con la misma orientación sinfónica olvidándose en buena parte (no del todo sea dicho) del pop sosainas y tecno. Es curioso pero dependiendo de la década en la que un músico está, la música actúa en consecuencia. En los primeros años de esa década de los 90´s muchos se apuntaron al “revival” de un prog con más cuerpo y unas composiciones con más gracia melódica pero todavía con ese sonido “digitaloide” inexpresivo algo machacón en sus bases rítmicas. Las canciones en el Ange de esta época están bien construidas, pero lógicamente no tienen esos “caprichos” setenteros y esos cambios inesperados. Mayor uniformidad en detrimento de lo espontáneo. Pero esto ya ocurría desde que los neo prog cambiaron las reglas del juego. Tu escuchas cualquier grupo de la vertiente y adivinas o intuyes los cambios que se suceden en cada canción. Todo bastante previsible cuando uno ya ha escuchado mucho. A sabiendas de que no va a ver riesgos ni cambios sorprendentes al menos pides que la música tenga algún atractivo melódico y algún gancho instrumental si te pones algo exigente. En las últimas décadas esta perspectiva pocas veces se cumple y no es tan difícil construir algo decente y eficaz. Solo hace falta querer hacerlo. Lo más imperdonable es siempre poder y no querer. La mayoría de las canciones son correctas y se escuchan con agrado, pero también es posible que en algún momento lleguen a aburrir si te pones exigente y exquisito. El problema del rock sinfónico cuando nos apartamos de su época dorada es la tendencia a ser insípido. Sí. Lo pulen y le dan brillo pero es como una fotografía publicitaria con chica mona o un guaperas de sonrisa y traje impecable conduciendo un BMW en un paraje elegante. Perfectamente grabado y limpio pero aburrido en un alto porcentaje.
En la “Bete” por ejemplo todo es agradable con arreglos muy elaborados y elegantes guitarra punzante y tal, pero es difícil arrancar la emoción en el oyente. Otro tanto podríamos decir del resto, muy correcto todo: teclados, acústicas, arreglos, voz…. Pero falta alma. No necesitamos un anuncio de cepillo de dientes y dentífrico. Sí el latigazo que activa el cerebro. Eso que me temo jamás volverá.
Alberto Torró
Nota: si te gusta el artículo compártelo (Facebook, Twitter, g+, etc) pulsando en
que está al final del artículo, de esta forma contribuirás a la continuidad del blog. Gracias