Este larga duración es un disco atípico de un artista que, por maridaje con cierta corriente vocal, debería fluir diferente de la manera en que en 1976 lo hizo. Daniel Vega, cantautor rebelde y vivo en sus apreciaciones, se embarca en la grabación de una única obra que quedará para los restos como el tesoro maldito que jamás encontró un camino por el que seguir derramando sus zafiros y esmeraldas.
«Siempre he tenido un estilo o forma de hacer muy personal. Compongo canciones con “cuerpo”; es decir, que música y texto formen un todo sólido y puedan caminar por sí solas, que se adapten a una sola guitarra, a un grupo base de tres o cuatro instrumentos o a una grabación con medios y envergadura. La canción “es” y “está” por ella misma. Si ahora interpreto “Madre Asturias”, suena a canción incluso cantándola a pelo, y con una sola guitarra puedo trasmitir la fuerte intensidad de “Esperando Al Sol”, por lo que narra, cómo lo hace y el ritmo que imprime el instrumento: un obsesivo teletipo. Lo puede hacer cualquiera porque “existe” la canción».
La Noche Que Precede A La Batalla es un elepé ambicioso de un creador que al poco terminaría tragado por la tierra y desapareciendo de la escena como cabeza visible. Con Gonzalo García-Pelayo como director de producción, y ayudado en lo visual por una vistosa y sobrecogedora creación pictórica de Máximo Moreno (que también trabajó para las carpetas de Triana), Vega estructura su disco en dos partes bien delimitadas.
«Nada me fue impuesto, no lo hubiera permitido. Gonzalo García Pelayo, productor de todas las grabaciones, y Máximo eran amigos. Gonzalo lo contrató para hacer las fotos de portada, nos citamos en el estudio de grabación y él llevaba una carpeta con dos dibujos preciosos, de inmediato me quedé con el de los jinetes pues era perfecto hasta para el título de mi disco. El otro se lo llevó el grupo Triana, que también estaba grabando. Con el tiempo la portada se hizo famosa, pero fue una feliz casualidad».
La primera pieza, titulada como el propio álbum, pudiera querer buscar recreaciones inspiradas en los cuentos de caballerías, aunque en los rincones más inesperados guarda mensajes de mayor calado. Esa plegaria en “Alma Gemela” que ruega a la unión de los seres humanos (“¡Ay! Si pudiera ser / ¡Ay! Si se unieran / Todos los cuerpos / Vivos y muertos / Exiliados de mi tierra”), ¿acaso no guarda una súplica a la unión de las “dos Españas” y, por ende, a la paz definitiva? Por su parte, “Cantábrico”, el segundo capítulo compuesto por seis creaciones –una de ellas de igual nombre–, pareciese una concentrada y vistosa mini ópera de folk rock. Aquí el parentesco artístico con el otro gran asturiano de la canción costumbrista, Víctor Manuel, queda totalmente cristalino. Entre ellas, el relato en clave de teletipo –como explicaba Daniel– titulado “Esperando Al Sol” es de seguro mi canción favorita del vinilo.
«En Asturias, en aquella época, fui una sorpresa, era uno de los primeros cantautores que llegaba con canciones propias. Me hice un hueco de inmediato. Tenía un estilo propio –venía de la influencia de Crosby, Stills, Nash & Young y The Doors, entre otros–, tocaba con guitarra acústica, algo que nadie hacía entonces. En fin, yo mismo estaba asombrado de aquel éxito a través de la radio, la incipiente televisión autonómica y los conciertos múltiples en los Centros Culturales de CajaAstur».
Daniel logra gracias a una delicada sublimación del art folk y las cadencias progresivas dotar a sus canciones de un peso rotundo e imborrable; de la misma manera, las piezas “Jinete”, “Cantábrico” y “Ciudad Luminosa”, poseen el arrojo de un visionario. No tiene nada que ver su experimentación con el folk con lo que patentasen The Incredible String Band, pero lo cierto es que resulta tan original como lo de aquellos.
«No hubo continuidad porque todo aquello se comercializó y sobre todo se industrializó de tal manera que ya no hubo cabida para músicas experimentales, por llamarlo de algún modo. Sobre los escenarios estuve hasta 1978. De repente se hizo dueña del espectáculo la generación de “La Movida”, imaginé lo que iba a suceder y no me apeteció retirarme a esperar mejores tiempos. Había acabado la carrera de periodismo y me apunté a cubrir la guerra de Nicaragua (1979) y a continuación la de El Salvador (1980). Sólo así conseguí puesto fijo en México como corresponsal y reportero. Después pasaron los años y me quedé en América hasta el final».
Pero regresaría a España, en este caso a Valencia, donde pasaría los últimos años de su vida. El 9 de mayo de 2010 fallecía este creativo imparable amante de las letras, de los significados de las palabras, de su pureza. Igualmente, este asturiano valiente fue melómano a la par que instrumentista. Experimentó como pocos en unos años y a través de terrenos musicales que parecían tener fronteras excesivamente delimitadas en nuestro país, y ante todo en su tierra. Y cual poeta, jamás renegó de las sensaciones, de los recuerdos, de las morriñas y el gusto en ese paladar que es el cerebro, ya fuese vía sinsabores como por el camino de las alegrías privadas. Poemarios como Emanaciones-Nude, Arderencia, El Sueño Insomne o La Caja De La Memoria, firmados como Daniel Astur Vega, así lo demuestran.
por Sergio Guillén
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