Curiosamente y es algo que no suele ser habitual, la discografía (por el momento) de esta agrupación dirigida por el francés François Tollot, evoluciona de mejor manera que comienza.
En el mundo de la música generalmente hay una curva ascendente que desciende de igual manera. Desarrollo de ideas-cumbre-decadencia. Este sencillo esquema se puede aplicar generalmente a casi todo el panorama del rock en general y en un sentido más amplio a prácticamente todo lo que podemos denominar música “moderna” o contemporánea. Evidentemente esta apreciación no sirve para los denominados “fans” de lo que sea que llegado el momento no distinguen lo bueno de lo malo. Da igual. Es él ídolo o sus ídolos musicales y el sentido crítico desaparece. La importancia de la “objetividad” en música puede conseguirse con la edad y la experiencia, pero nunca con la emoción. Estado éste que termina por obnubilar la mente. La música, al igual que cualquier otra adicción, puede convertirse en “mono tema” y en una auténtica obsesión. Centrar la vida en un único camino o en una actividad que ocupe la práctica totalidad de la vida es tan demente como creer en un dios personal. He repetido en multitud de ocasiones que todo arte y la música como tal es pura evasión. Una forma de amortiguar el sinsentido de la vida. Pero de ahí a hacer una “creencia” o una forma de vida va un trecho. En la música, como en otras artes, buscamos un aliciente, un impulso. En términos generales sería motivación siempre y cuando no acabe siendo un culto o una religión. El desapego es importante en todo.
Cuando hablamos de “zeuhl” término con la misma pedantería que “rock en oposición” o “symphonic rock” y en este último los clásicos usarían un creativo cinismo y velada sonrisa, estamos afirmando una necesidad de evasión. La música al igual que la gastronomía intentan hacernos la vida más agradable y en ambos casos está “lo sabroso y sugerente” o por el contrario lo “insípido y aburrido” y casi siempre lo burdo y superficial. Los que me seguís en estas “divagaciones musicales” y hasta a veces filosóficas comprobareis la importancia que doy a lo “entretenido” y fundamentalmente al concepto “melódico”. Llegados a un punto hay una escala de valores que dependerá del camino recorrido de cada uno.
Scherzoo 4 se centra en un trabajo que mejora el camino del anterior volumen. Han refinado las aristas anteriores y a la música le han dado “un sentido” más agradable a las composiciones que transcurren más plácidas. Algo así cuando Soft Machine se tornaba feliz y melódico y huía de sarpullidos experimentales para que Elton Dean agotase el número de escalas y estridencias. Suelo referirme al Canterbury y a Zappa en muchas ocasiones porque siempre tenían la capacidad de irritarte o excitarte en franca controversia. Oigo los teclados en este cuarto volumen de Scherzoo y relaciono todo lo anterior. Los temas son más concisos, más cortos, pero también más centrados evitando paja y atascos anteriores. Para una escucha inteligente se agradece.
Alberto Torró