Escuchando álbumes como Emotional Creatures - Part One recuerdo las razones por las que afirmé en su momento que el Marbles de Marillion, un trabajo que muchos pusieron por las nubes, poseía composiciones que se mostraban más melosas que melódicas, creando una barrera definitiva que les aparta de todo lo que Marillion había contenido en su seno creativo durante sus primeros cinco años de existencia. Y es que Steve Thorne sabe agarrarse a la parte más cercana de lo que en los 80 se conoció como neo progresivo sin tener que hacer concesiones a la galería más inexperta. Es por ello que marco esa gruesa línea entre lo insípido de las “canicas” de Hogarth y lo sabroso de las “criaturas” de Thorne.
Emotional Creatures - Part One, publicado en 2005, es una obra que conoce el camino correcto y sabe alimentarse de las migas dejadas por luminarias de los 80 como IQ, Pallas o los mismos Marillion de Fish. De hecho, y para facilitar la digestión al futuro oyente, se podría decir que Steve se tiene bien estudiado aquel Misplaced Childhood. Y no lo digo por una búsqueda de clichés, cosa de la que se olvida acertadamente este compositor; ya que más correctamente estaríamos hablando de una lucha por conseguir un estado de equilibrio entre la experimentación progresiva y las melodías de un evolucionado art rock-pop.
Thorne inicia su travesía sonora con la composición “God Bless America”, antecedida por la inquietante introducción instrumental “Here They Come!”, un tándem que sirve para poner en su sitio a un gobierno como el de Estados Unidos. Pero el vocalista lo hace desde la rabia contenida, con unos pasajes relajados que muestras en cada esquina un aguijonazo al por entonces imperio Bush. Luego el barco mantiene su rumbo en pos de alcanzar canciones como “Last Time”, un ejercicio progresivo admirable y fuera de cualquier alarde pomposo en el que participan músicos tan “desconocidos” como Nick D'Virgilio o Geoff Downes. De ahí a guindas chorreantes de licor como la minimalista “Julia” o la enérgica “Every Seconds Counts” –de diez–. Y dejando para la penúltima parada del viaje ese “Gone” que se hará cotidiano en tu vida una vez lo escuches por primera vez.
En 2007 Thorne continúa donde lo dejo con su primera parte de Emotional Creatures. Este amante del art rock progresivo mantiene firme su afán de escarbar en esos aspectos que hacen de la vida humana un complejo rompecabezas. En esta segunda parte su estilo posiblemente sea más reconocible dentro de parámetros marcados por grabaciones destacadas como la del proyecto Blackfield, dejando un tanto arrinconada su cadencia folk o tradicionalista.
El oyente encuentra muchos nexos de unión más allá de la simple consecución narrativa que ofrece Part Two: Emotinal Creatures. Ambos trabajos se gestaron al mismo tiempo, aunque con una visión más oscura y arrastrada para el segundo paso. Steve Thorne ha logrado engrandecer su comienzo con un siguiente CD que glorifica aquello que ya resaltaba en Part One. Aquí se encuentran creaciones de varias escuchas, canciones que necesitan ser exploradas con constancia para conseguir que nos muestren su verdadero sentido.
Y aunque la grabación gana en un carácter atmosférico totalmente nítido, esto no hace palidecer el grueso dentro de una caja de pino. La lengua analítica de Steve consigue nuevamente arrancar la reflexión, ofreciendo su raciocinio para ser compartido por el comprador a lo largo de composiciones dadas a la descongestión como “Crossfire”, “All The Wisemen” o “Sandheads”.
En definitiva, y sin querer herir a los que sólo se agarran ciegamente a los artistas más reconocidos por el gran público –una buena muestra está en el trato discriminatorio que se ha tenido en los 90 con Saga–, Steve Thorne está muy por encima de la media. Tal vez sea por eso que instrumentistas de la talla de Tony Levin, Martin Orford o Paul Cook no dudaron en ayudarlo a montar la carpa sonora.
por Sergio Guillén
sguillenbarrantes.wordpress.com