Dentro del progresivo francés también se gestó esa especie de línea de resistencia en cuando los años 80´s empezaron a echar pestes a todo lo que fuese música mínimamente inteligente. El virus de mala música y mediocridad se extendió al igual que el covid. Este contagio no mató a nadie, pero impidió de alguna forma que la siguiente generación a la mía tuviese una continuidad en estilos que al menos mantuviesen un mínimo de dignidad y algo de imaginación.
No pudo ser, pero al menos alguna cabeza se dio cuenta del desastre cultural que las propias discográficas gestaron aprovechándose de la superficialidad reinante y el negocio tan inmenso que supone la banalidad y lo fácil en todos los aspectos de la vida. Ya son varias las ocasiones históricas en la que los amantes de ciertos estilos generalmente “mal vistos” por ser demasiado buenos debemos autoexiliarnos del panorama reinante. Son ciclos. En ellos se pone a prueba que músicas han pasado bien el tiempo y cuales no. No siempre aciertas. Siempre estás expuesto a cambios radicales que en realidad sacan esa personalidad real que por diferentes motivos escondemos por experimentar otras cosas que tarde o temprano no van contigo. No se puede forzar otra cosa que uno no es. Ya sea por agradar o por quedar bien.
Ninguna de las bandas que se empeñaron en hacer un tipo de música contra viento y marea en tiempos difíciles pudo vivir de ello. A día de hoy cualquier banda que hace progresivo, jazz, folk o incluso música clásica, dependen de un trabajo diferente para poder vivir. La degradación del arte hoy ha tocado el fondo más mezquino y además en todas sus ramas. La mayoría que quiera hacer algo fuera del negocio y la inercia en boga tiene que ser por amor arte y siempre con una economía mínimamente saneada. Si no, mal.
Los gemelos Payssan empezaron en 1981 siendo unos chavales de 17 años pero con las ideas muy claras de lo que querían hacer. Si bien en el despertar del neo-prog la mayoría optaron por imitar las estructuras creadas por Génesis, Yes o Crimson. Tanto Thierry (teclas) como Jean Luc (guitarras) pensaron que hay otras líneas de influencia al hacer rock progresivo. Sobre una base de clásica y jazz el mínimo vital rebuscaría en el pasado de la música tradicional europea y antigua. Incluso más atrás del medievo como puedan ser influencias célticas o bretonas. Muchos de sus títulos son ilustrativos como veremos en adelante, así como el uso de lenguas muertas o incluso inventadas al igual que lo hicieran Magma. Siendo al principio un dúo de hermanos se hacen llamar Concept. Con la entrada del bajista Eric Rebeyrol y el baterista François Peron se convierten en cuarteto. En 1986 y en una Teac de cuatro pistas graban el cassette “Envol Triangles con una línea de jazz–rock muy al estilo de los 70s con ese sonido de guitarra ya característico de Jean Luc Payssan pero sin encontrar todavía esa vía original que está todavía lejana. Las composiciones son instrumentales y con ya cierta complejidad para ser una primera grabación.
Con una producción mucho más cuidada aparece en 1988 el que sería su primer LP “Les Saisons Marines”. Ambos discos aparecerán en una edición en CD en 1992 ya en Musea. La esencia sinfónico-clasicista y las primeras influencias abarrocadas de su música aparecen ya para no abandonarlas en el resto de su discografía. Las melodías son más precisas, con más arreglos y demostrando que tienen una técnica muy madura para lo jóvenes que son. La escucha precisa atención porque la música de Minimum Vital no entra ni se tatarea a la primera. Si es cierto que cosas como Zappata! con su aire funk-fusión se dejan llevar la mar de bien. La elegancia de los teclados de su hermano Thierry y su fina instrumentación hacen fluir la música con diversas variaciones casi en una onda algo de fusión-mediterránea que tanto se prodigó en las bandas españolas tipo Iceberg, Compañía Electrica Dharma o Fussión. Tampoco se olvidan de pequeños pasajes acústicos con alguna voz femenina. La mejor pieza de este primer disco oficial es sin duda “La Tour Haute” donde su estilo y esas sonoridades épicas inconfundibles ya se empiezan a apreciar totalmente hacia esas estructuras atemporales entre música antigua y actual. Un poco a lo Gryphon quizás. Sorprende la claridad y finura de la propuesta. Otra buena pieza es “A Bon des Egards” con esa energía en los riffs de guitarra y teclados fantásticos en esa original forma melódica que se irán haciendo familiares conforme avancemos en su discografía.
Alberto Torró
Envol Triangles