El comienzo de la década de los 90´s tuvo sus particularidades. Muchos prog lovers escondidos en cavernas comenzaron a asomar la patita. La anterior década de los horrores musicales llegaba a su fin, pero ya había sentado las bases de todo lo insípido y desagradable que continuará hasta nuestros aciagos días de confinamientos y desaparición de conciertos. En lo personal me es indiferente. Casi lo prefiero como una afirmación de la misantropía. Los míos o se han muerto o disfrutan de la decadencia y el ridículo. Es el fin definitivo de una era. La música ya está hecha. Está en las grabaciones y está en la historia. No espero nada bueno del futuro el cual nos aboca a todos al éxtasis de la soledad como única compañía y como en aquellas películas clásicas de ciencia-ficción distópica, asistiremos a los “archivos del recuerdo” de cuando en la vida había arte, música, literatura y generaciones más inteligentes. Mirándolo con resignación y por el lado pragmático del asunto también puede que sea una “liberación” y un descanso.
Los franceses del vital mínimo dieron su particular giro al concepto de música progresiva y también se apartaron a su manera de la tendencia “neo prog” que en esencia solo fue un “artificio” de vaselina que no complicase mucho y destinado a un oído fácil y complaciente. No hubo mayor problema mientras fue agradable y nada exigente. “Sarabandes” fue un asunto diferente que inauguraba una década con cierto compromiso de calidad y con composiciones de mayor calado. Enriquecer con diversos elementos siempre es interesante y salimos un poco de lo “previsible” que resulta siempre la música rock. Los experimentos ciertamente, no siempre salen bien y lo peor de todo es que sean aburridos. El aburrimiento aséptico es lo peor en música pero como todo también depende del nivel de exigencia y la necesidad de cada uno. Ahí formularíamos una escala de “comprensión” y por supuesto de conformismo lo cual oscilaría entre diferentes grados de inteligencia, educación y sensibilidad.
“Le Chant Du Monde” es un sugerente título que intenta abarcar un intento de aproximación a otras culturas musicales del pasado. Desde su bonito inicio folk hasta su entusiasta desarrollo, nos vienen a la memoria tiempos épicos remotos con melodías deslumbrantes aun en su eficiente sabor arcaico y en su mezcolanza con el presente. La estructura musical es sólida y contundente y sin irse por las ramas. Concreción y finura. Composiciones perfectamente pensadas y mejor ejecutadas. Los instrumentos de cuerda y acústicos nos retrotraen a imágenes del medievo o de tiempos cortesanos. Nada es vulgar pero tampoco de un intelectualismo pedante. Consiguen un término muy logrado, sutil y animado. Las dos partes de “Sarabandes” incluidas enlazan el pasado con el presente con una alquimia sonora muy elocuente y atractiva. Los efectos vocales como salidos de tiempos remotos y diferentes a todo. Guitarrista y teclados son dos personajes impresionantes que consiguen una riqueza argumental muy inteligente y precisa. “Cantiga de Santa Maria” es un ejercicio extraño de liturgia y sombras futuristas sobre una base gótica argumental y amenazante gregoriano.
Los momentos pianísticos inician “Hymno y Danza” y las deudas sonoras progresivas se mezclan en las rítmicas irregulares cruzadas de alternancias de tempo en cuanto el órgano entra en acción y el bajista empieza a hacer diabluras hasta llegar de nuevo a los fantasmas catedralicios gregorianos cantados en latín. Una pieza impresionante y muy lograda. La épica “Danza Vital” proclama a los caballeros que vuelven de la batalla o a una posible celebración. El baile del diablo cierra el programa que con los ojos cerrados nos ha llevado a una época de justas, lances, monjes y vaporosas princesas.
Alberto Torró
Temas
00:00 Le chant du monde
07:37 Porte sur l'eté
10:31 Sarabande n°1
16:56 Cantiga de Santa Maria
20:46 Sarabande n°2
27:49 Hymne et danse
36:41 Danza Vital
44:05 Le bal du diable