La idea de poner en marcha un proyecto de Hard Rock y Metal guiado por la característica rabia que habitado siempre en la zona sur del Madrid de la opresión, nace del pacto de los experimentados músicos Juan Luis Serrano, Fernando Sánchez compañeros de aventuras y desventuras en los tiempos en los que obuses proyectados para la explosión eran desactivados por competencias de marfil, o en el los que a su vez, hacérselo en una moto era el sueño de todo rebelde sin causa desconocedor de la existencia de la vida y obra de Lemmy. A la banda se suma el cansado vocalista Silver Solorzano, tras desistir de derrumbar muros de acero a base de sudor y lágrimas, con la incorporación de un innovador y formidable guitarrista como punto de referencia como es Ángel Funes. Cuatro ingredientes básicos para irrumpir en la escena con un disco que preserva la lógica de la filosofía analógica en toda regla, y por otro, ciertas alabanzas a pacificas uniones de un tiempo pasado agitado por un presente voraz.
Tras la pertinente conexión del cuarteto y la rápida elaboración de los temas, en tan solo dos tardes con el ingeniero Iván Camacho pulen en los estudios M 20 de Madrid ocho piezas cuyo resultado final congrega a los fieles de los sonidos más agresivos de la época, en la fase media de la una década en la que ser profeta en territorio comanche era una de las claves para sobrevivir. Tiempos duros para blandas corrientes tan alternas como continuas.
Venganza fueron uno de los cebos perfecto para la lamentable y bochornosa representación de la defensa del Hard & Heavy a modo mediático, defendido por ineptos prejubilados por discapacidades mentales provocadas por la esquizofrenia paranoide y otros síntomas que se hallan dentro de cuadros de patologías infantiles tales como la sobre protección y el exceso de mimos.
La propuesta del cuartero era francamente buena, dado que dentro de la tesis de la jerarquía de los compases de 4 y 5/4, la pleitesía a lo clásico sumada a un justo repunte contemporáneo, hicieron de Jaque Mate la obra perfecta para que décadas después de su publicación, un pequeño sector de la asamblea de los perro flautas del siglo XXI, lloren en silencio por ruidos ignorados por culpa de ceremonias convencionales expuestas en la plana mayor de la prensa y la radiodifusión representada por prófugos del mundo laboral, que se han camuflado tras la putrefacta y falsa chupa de cuero del mercado del Jueves.
El disco resucita de forma adulterada en parte el espiritu de Unión Pacific, huyendo de pasados de Obuses destructivos, para centrarse en una obra que preserva pureza, fuerza, contundencia en un ataque severo contra sistemas operativos que desde el palacio de Moncloa siguen siendo sumisos de las siete familias que hacen del planeta un imperio de puro antojo. Así se manifiesta en piezas como Epitafio Final, En Nombre Del Señor (en el que cuentan con la colaboración del teclista Carlos Martínez), Sacrificio de Animales o la que titula un álbum lleno de crudeza, realismo y originalidad.