Está claro que Neil Young es actualmente reconocido como uno de los creadores más prolíficos como solista, aunque en el periodo de tiempo comprendido entre 1966 y 1970 llegó a ser querido por el público gracias a sus contribuciones artísticas en dos bandas reconocidas como lo fueron Buffalo Springfield y Crosby, Stills, Nash And Young. Lo curioso de todo ello, y aunque su prolífica carrera bajo su nombre y junto a Crazy Horse hubiera salido a flote antes o después, es que Stephen Stills no es el verdadero culpable de que Neil entrase en la vorágine de la psicodelia adulta. De hecho, y casi como realizando una jugada de carambola involuntaria, fue el bajista y cantante Rick James el que terminó por encaminar a Young en la búsqueda de ese otro guitarrista apellidado Stills.
En 1965, y tras abandonar The Squires, Neil Young se encontraba militando para un conjunto liderado por Rick James que se hacía llamar Mynah Byrds. En aquella etapa consiguió centrarse en el rhythm and blues de tal forma que la mismísima casa Motown decidió que Mynah Byrds sería su nueva banda de cabecera. Pero James, que a finales de los 70 brillaría reconocido como el gran rey del funk sexual, es sorprendido por la Armada americana que le detiene por desertor. La discográfica se quita de escándalos y deja en la calle al resto de miembros del combo. Es en este momento en el que Young y su compañero de fatigas Bruce Palmer se marchan de Nueva York a Los Ángeles en busca de un Stephen Stills que ya empezaba a ser reconocido en la escena underground como genial compositor.
No tardarían en hallarle y en arrancar una vez más, aunque en este caso aunando fuerzas. Stills, Young, Palmer, Bruce Furay (amigo de Stills) y el añadido baterista Dewey Martin, se inician como unos The Herd que en poco tiempo mutarían a Buffalo Springfield. Es bajo este nombre definitivo con el que graban su primer álbum homónimo en 1967 para Atlantic. Ya se veían lejos los intentos de Stills por agradar en el casting para convertirse en uno de esos nuevos The Monkees de los que todo el mundo terminaría hablando, al igual que como ráfaga pasada quedaban las interminables noches de pasionales actuaciones en el Whiskey-A-Go-Go. Lo habían conseguido, el contrato discográfico era suyo y tenían un largo camino por recorrer para hacerse un hueco en la historia musical. Al final consiguieron quedar como banda de culto, aunque su carrera se paró rápido y sin previo aviso.
Antes de que las campanadas diesen entrada al año 1969 los Buffalo Springfield ya habían volado. Los siguientes escalones tras su presentación oficial fueron Again y Last Time Around (ambos de 1968), el segundo de ellos considerado como obra póstuma pues se sacó al mercado una vez roto el quinteto. El ego de Stephen Stills no pudo soportar que Young generase creaciones de tan alto nivel y que muchos le empezasen a ver como segundo cabecilla del conjunto (algo que, por otra parte, Neil nunca intento), por lo que los primeros tirones a la cuerda terminaron por deshacer un nudo que para muchos aparentaba indestructible en sus primeras noches de vida sobre las tablas californianas. Eso sí, el síndrome de Estocolmo es muy poderoso, sobre todo cuando no se puede evitar el admirar todo el talento de tu rival. La amistad y colaboración volvería a aflorar en la calma de unos Crosby, Stills And Nash (la siguiente baza de Stephen) ya aposentados en 1969.
Pero el que parecía desde el principio imagen visible de Buffalo Springfield no era el único en sentirse por encima de sus camaradas. El desmadrado David Crosby terminaría siguiendo un camino similar al de su compañero de fatigas en la llamada a ser la gran triada de la década. La cosa no venía de tan lejos como parece. En el 64 David se estrena a nivel maduro como The Jetset junto a Jim McGuinn y Gene Clark. Todos tenían un pasado enraizado en la escena folk (Crosby había formado parte de los Balladeers de Les Baxter). Grabaron por aquellos días un sencillo para Elektra bajo el sobrenombre de The Beefeaters. En mayo de 1965, y con Chris Hillman y Michael Clarke ampliando la plantilla, presentan su primer sencillo, la versión del reconocido himno de Bob Dylan "Mr. Tambourine Man".
Ya en julio aparece otro sencillo más, y por fin su álbum oficial Mr. Tambourine Man que escala sin demasiados problemas al puesto número 6 de las listas norteamericanas. Su mánager Jim Dickson, junto con una recomendación personal del maestro del jazz Miles Davis, hizo posible su fichaje por un sello Columbia que les metía con su obra de estreno como The Byrds en las grandes ligas. En el último mes de ese mismo año aparece en Estados Unidos Turn! Turn! Turn!, tres meses antes de lo que lo haría en el Reino Unido, tierra en la que desde sus inicios recibieron también una respuesta más que positiva. El tema que daba título al álbum, y que no era otra cosa que una revisión de la adaptación musical que Pete Seeger había hecho del Libro de Eclesiastés, resultó ser el golpe necesario para secundar con tino su anterior trabajo.
Aun así, y aunque con la nombrada composición acertarían sin problemas, The Byrds se guardaban más tonadas de Dylan en los bolsillos. "The Times They Are A-changin’", que no salió como sencillo, ni siquiera como cara B, aportaba una red de seguridad inspirada en el beneplácito logrado con su "Mr. Tambourine Man". El quinteto hacía magia con los aires folk de Robert Zimmerman transformando lo acústico en eléctrico y pop, aunque necesitaban sumergirse en la psicodelia para no quedar rezagados del movimiento. Su disco Fifth Dimension (1966) les metió de lleno en la onda, algo que agradó pero no llegó a calar de igual manera en las listas, que les guardaron un puesto bastante más bajo que con sus dos grabaciones anteriores. Sí alzaron el vuelo con el sencillo "So You Want To Be A Rock And Roll Star", pero el álbum en el que se incluyó (Younger Than Yesterday, de 1967) no pasó de las cotas de popularidad de su antecesor.
Singles y una obra compilatoria cierran la primera y mejor valorada etapa de The Byrds, capítulo tras el que Crosby se despide de sus compañeros y decide meter la cabeza en una propuesta de supergrupo en el que colaboraría con el americano Stephen Stills y el inglés Graham Nash, un vocal y guitarrista con historia similar a la de David y Stephen, aunque este último en su militancia para unos The Hollies que ayudó a fundar.
Así arranca la carrera de una agrupación en la que se sentía reunirse algunos de los compositores más notables de finales de la década dentro del mundo del rock y el pop. Crosby, Stills And Nash se ponen en las manos de la casa Atlantic que tan correctamente supo guiar las publicaciones de los anteriores Buffalo Springfield. En 1968 se centran en la labor de preparar en el estudio su primer larga duración, álbum que golpeará el mercado en el verano del año siguiente. Las listas estadounidenses se rinden sin titubeos ante el disco homónimo de estos tres talentos, aunque Inglaterra no les trata con tanta amabilidad.
Durante sus presentaciones en directo se hacen acompañar del viejo compañero de rencillas y fatigas de Stills en los Springfield, un Neil Young que vuelve a escena para ayudar en los pasajes eléctricos de sus espectáculos en directo. Con él tocan en el festival de Woodstock y en el trágico concierto de Altamont, en el que casualmente Crosby, Stills, Nash And Young participaban como teloneros de las Satánicas Majestades británicas (The Rolling Stones). Young estaba completamente satisfecho con su carrera como solista por lo que su paso por el combo de Stephen y sus nuevos amigos era una cosa temporal. Graban como cuarteto, y con la colaboración de Greg Reeves, Dallas Taylor (presente en su etapa de trío), Jerry Garcia y John Sebastian, un glorioso Déjà Vu (1970) que no tardaría en toparse con la huida de Young en pocos meses.
Para abril de 1971 y su Four-Way Street el supergrupo ya era polvo en el viento. Cada uno tira por su lado, quedando el nombrado álbum en directo como obra póstuma de su verdadera y fiel etapa como banda con generosas querencias vocales. En poco menos de tres años marcan a toda una nueva generación de artistas, empezando por los jóvenes miembros de América, reconocidos por la gran mayoría como la nueva hornada tras Crosby, Stills And Nash. En 1974 el cuarteto volvería a reunirse para girar por Estados Unidos, aunque su siguiente grabación recordando los días dorados no se editaría hasta 1977 con CSN (sin Young, como bien aclara el título del disco). En las siguientes décadas han seguido compartiendo estudio en más de una ocasión, aunque sin los niveles de calidad exigidos a un nombre como el que abanderaban. Todos consiguieron abrirse camino por su cuenta, aunque ninguno se planteó regresar a su banda madre. Ahora estaban a otro nivel. Buffalo Springfield ya no existían, The Hollies perdieron la chispa para gran parte de sus files en el final de los 60 y, ¿The Byrds?
En fin, es posible que no fueran la esperanza americana del folk-pop eléctrico que parecían en sus comienzos pero el combo lograba sobrevivir honradamente sin Crosby. Una vez perdida el ala derecha, el pájaro sufrió el segundo golpe que significó la perdida de parte del plumaje restante. Gene Clark, que regreso por unos meses al hogar tras su salida una vez editado Turn! Turn! Turn!, sigue el camino de David, aunque él en la ruta de las carreras solistas. Jim McGuinn, que ya había cambiado su nombre por el de Roger, se carga la casa al hombro con la ayuda de los aún fieles Hillman y Clarke. The Notorious Byrd Brothers (1968) es la respuesta a los desplantes de sus antiguos cómplices de fechorías sonoras. Curiosamente, y aunque no les ponía por delante de anteriores grabaciones, este LP sí les encumbraba algunos puestos en las tierras británicas, algo que no volvería a suceder con su siguiente Sweetheart Of The Rodeo pues desaparecía a cualquier tipo de nivel en el Reino Unido en cuanto a notoriedad se refiere.
Una catástrofe creada por unas filas la mar de llamativas: Kevin Kelley a la batería, Gram Parsons a las guitarras, voces y teclados, Roger McGuinn a la guitarra y voz, y Chris Hillman al bajo. Un paso al frente y vuelve a pasar lo mismo. Dr. Byrds And Mr. Hyde (1969) demuestra un hecho que casi se podría tratar como de teoría. El álbum no se gana al público de las hamburguesas pero sí al del rosbif con patatas y salsa, o lo que es lo mismo, cuando no gusta en América sí cala en las islas británicas, y viceversa. El conjunto continúa sin pena ni gloria hasta 1973, aunque en octubre del 69 dejan la última pincelada remarcable con "The Ballad Of Easy Rider", tema que daría título dos meses después a un interesante redondo, al igual que se convertía en parte de la banda sonora de uno de los largometrajes más queridos de los 60, un Easy Rider dirigido por el controvertido actor Dennis Hopper.
por Sergio Guillén
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