No hace mucho presentábamos aquí el álbum "Retorno a los Mares Inconclusos" del chileno Marcos Pérez de Arce, o Velocidad Crucero en su seudónimo artístico. Y decíamos que sus influencias eran amplias.
El sinfonismo clásico de los 70 está muy metido en su ADN musical, y en éste caso se nos presenta en ésa otra faceta. Marcos es un multiinstrumentista capaz de emocionar desde su home-studio, como no consiguen muchos desde lujosos laboratorios de sonido. Bien es cierto que como teclista, el rango dominante prevalece. Pero tanto como bajista y guitarras, destaca con muy alta nota también.
Lo romántico, poético y delicado del classic prog, instrumental en este caso, es visitado con respetuoso homenaje en ésta ocasión. Eso se nota nada más pinchar "A Través del Espejo" (7'10) en sus dos partes. En la primera, "El lado de acá", parece que visitemos un polvoriento desván lleno de cintas perdidas de los Genesis en su "Wind & Wuthering" - era. Muy Hackett se nos pone el amigo Marcos, desbordando lirismo a la altura del maestro británico. Acompañan, cuando no dominan, teclados de acogedoras capas, que desarrollan hasta la segunda parte, "El lado de allá". Aquí el cambio se dirige hacia territorio Yes, eso es evidente. Música afirmativa con preponderante pulsación de bajo, rítmicamente muy fluida. Las percusiones aguantan muy bien su comparación orgánica, aunque su origen sea electrónico. Es un entorno de magnífico prog 70s lleno de plasticidad.
"El ataque del bajón" (3'29) debe su intro innegablemente a "Tempus Fugit" del "Drama". Como un guiño explicativo que lo sitúa en galaxias colindantes del mejor classic prog. Todo está aquí reflejado con la pasión de un Yes fan que sabe usar muy bien sus instrumentos. Y recrea iguales mundos de fantasía, a imagen y semejanza de los "ingenieros" creadores. Felicidad garantizada. "Bajo el Cielo Estrellado" (4'11) nos coloca ante inmensas y verdes praderas que exigen la influencia de Tony Banks. Ingeniosas melodías de poética teclistica en la tradición holandesa de Maryson o Coda. No me parece que sea muy dramático éste "Aterrizaje Forzoso" (5'21). Con su ambiente Yes late 70s y su agudeza Howe, mooger frecuencias y hasta sólo de órgano de tradición Kaye. Muy logrado de verdad. Excelente cuatro cuerdas y cierto aire fusion nos trae "Su Buena Caminata" (7'25), con mediterranean-feel y hasta parecidos con los últimos Iceberg. Cambiando el contexto hasta ahora expuesto, y participando de nuevas perspectivas en Velocidad Crucero. Una embarcación ésta cargada de estupendo prog, desde todos los ámbitos posibles. Como en el "Interludio Musical" (1'18), que es un breve y claro homenaje a Wendy Carlos y su "Switched on Bach", de sonido modular en barroca textura. Lo que digo, éste crucero nos lleva a todos los rincones de la historia del género.
"Apocalipsis" (7'29) posee guitarras Oldfield en alegre jam con Tony Banks. Otra original forma de tele-transporte hacia los gloriosos días. Con sólo de Moog de larga capa, rubia melena y Caballeros de la Mesa Redonda. Coro mellotrónico y mañanas espectrales. Se sugieren huidas mentales liberadoras en "Pequeña Odisea" (3'23), con aplicada rítmica y ases melódicos en la manga. Steve Hackett debería volver a ésta forma de creación, una escuela propia que no aplica desde hace demasiado tiempo.
Una reflexión introductoria al piano lleva "Sueño Recurrente" (9'17), con un climático solo gilmouriano de incuestionable belleza. Aquí hay mucha inspiración y paz interior. Pura musicoterapia para el alma, prog sanador para tiempos difíciles. Por último "Encore" (5'23) es otro majestuoso catálogo de progtronica marca de la casa, sello identificador de Velocidad Crucero. Señalando un álbum muy sinfo, que alimenta otra de las grandes pasiones del autor. Facetas distintas pero complementarias, entre el álbum anterior y éste. Que otros navegantes solitarios como Jeremy, Bjorn Lynne o Chris Fournier's Fonya, ya apoyaron en su día dentro del Renacimiento progresivo de los 90. Ahora es Velocidad Crucero quien nos alegra el día en éste "Cruise to the Edge" de irreprochable factura. Una preciosidad de disco.
J.J. IGLESIAS