Hemos llegado a un punto en el que ni las viejas glorias más machacadas pueden tumbarse a la bartola esperando ser un recuerdo para los restos. Renovarse o morir. La premisa parece brillante y sin pero alguno a la vista, aunque todavía quedan los que se marcan liftings de estilo para que no se le note la arruga a esa tonada dispuesta para saltar a las listas –las que llegan–. Sin embargo, y aquí viene lo bueno, hay otros que mantienen su ritmo sin cansarse, escapando del flato o de la pájara del corredor de fondo primerizo.
El bueno de Nils es perro viejo, así que al igual que compañeros del ayer como Shawn Phillips –genuflexión obligada a su No Category–, controla el arte de la creación intemporal. Su mezcla de folk con majestuosas jugadas de cadencias tanto con regusto al Bayou como por momentos de un rock calmo, de los de polvo en la garganta, con estacionamiento de paso en gasolineras fronterizas y descansos en áreas reservadas para el intimismo sublimado a fuerza de compilar las heridas dejadas por ese maestro que es la edad. Lofgren puede resultar divertido, directo, reivindicativo (“Pay Your Woman” o la lanza por la igualdad entre géneros) y hasta tierno. Para lograr sus objetivos se ha permitido ciertos lujos, como el de tener en los cortes de su obra a vocales de la talla de Willie Nelson, David Crosby o Graham Nash, además de tirar de su inmensa alineación familiar (Tom, Mike y Mark no pierden baza).
Su Arma Sagrada nos propone un asado con lo más vistoso del anteriormente nombrado Phillips, la verdad de un Willie Nile para distancias cortas, el relajo de esos polluelos metomentodo de HGH o la cardiaca búsqueda de melodías de un Chris Jagger. Pura esencia puesta a ventilar en una escena que se corrompió bajo la en muchas ocasiones mal usada pegatina del Americana. Nils seguirá siendo un desconocido en muchos países por ello, mientras los yanquis le veneran como uno de los grandes que es. En ocasiones los paraísos son meros espejismos, el manantial no necesariamente está en los más "cool" de las listas.
por Sergio Guillén
sguillenbarrantes.wordpress.com