Tommy James And The Shondells deciden realizar un esfuerzo hercúleo cuando a finales de 1968 se ponen manos a la obra en lo que serían dos ediciones musicales estancas, pero que sin duda nacerían para iniciarles en la auténtica psicodelia norteamericana. Un año después editarían ambos trabajos. La canción “Crimson And Clover” se radia como sencillo en diciembre del 68, llegando a ser su gran éxito de aquella etapa un tanto más rompedora. Esta creación se la guisaron y comieron ellos solos, ya que la tonada la compuso el vocal con su baterista Pete Lucia, luego la produjo por su parte trabajando sobre los arreglos decididos por la banda como unidad.
La psicodelia había llegado y sus bailables maravillas pop habían sido desterradas por la escena, aunque este lavado de cara les salvó de un pronto ostracismo. El elepé llegó a disco de platino, convirtiendo al combo en una apuesta respetada en el ámbito de lo reconocido como “hip” (“enrollado” o en la onda).
De aquellas jornadas en el 67 rebuscando ideas para su álbum Mony Mony surgió la picazón. Llegado el momento de entrar en el estudio para cerrar el grueso de su siguiente grabación, Tommy apostó por las posibilidades que les podría ofrecer un nuevo visionado del “Do Something To Me” de los garage Question Mark And The Mysterians. La iniciativa no les sirvió de mucho a sus creadores, así que James la filtra por su máquina sonora en lucha por la fiesta de guateque hippie y se obra el milagro. Pegadiza como el chicle, ahora ya tienen algo con lo que emparentarse con su pasado en una etapa de rupturas.
El disco Crimson And Clover vería la luz en enero de 1969, y su carpeta vendría acompañada de una carta de agradecimiento escrita por el entonces vicepresidente norteamericano Hubert H. Humphrey y dedicada a los componentes de The Shondells. De hecho, Humphrey le ofreció al cantante el puesto de asesor de juventud durante la campaña del año anterior, jugada que esperaba complementar teniendo al conjunto sobre los escenarios como aditamento a los mítines electorales.
El sencillo “Sweet Cherry Wine”, editado en marzo de 1969, nacía de la colaboración de Richard Grasso y Tommy James. La canción quedaría como el aviso de la siguiente andanada musical de ese año. Unos meses antes ya había brillado el elepé Crimson And Clover, así que ahora llegaba el momento de jugárselo todo a una carta: el salto a la experimentación psicodélica con mayúsculas. Aquel single inicial de su nueva vida permanecería, según palabras del propio líder del invento, como el intento cristalino de acercarse a la tonada protesta.
El desarrollo instrumental “Cellophane Symphony”, que igualmente titulaba su long play, avanzaría curiosamente el uso del sintetizador Moog en los álbumes de rock, quedando como una de las obras precursoras en favor de la normalización del citado aparato. La obra se produjo en los Broadway Sound propiedad del New York Yankees Whitey Ford, y el resto de movimientos recuerdan sin duda a las locuras facturadas por Country Joe And The Fish (eso sí, a años luz del lúcido mensaje crítico y ácido de Joe McDonald).
Pasadizos secretos que mueven al oyente del vodevil o music hall (“Papa Rolled His Own”) al viaje en sustancias estupefacientes, pasando por el rock dulce, la experimentación y las glorias psicodélicas en clave algo pop. Pero no únicamente el contenido musical venía dispuesto a descolocar a los fieles del combo, la portada también guardaba explosivas sorpresas enmarcadas en una sobriedad un tanto desconcertante. La fotografía de un anfiteatro, retocada para que algunas partes se viesen positivadas y otras mantuviesen el aspecto de mero negativo les ponía en la vanguardia en cuanto a corrientes artísticas visionarias se refiere. Además de romper con la regla de oro del comercio discográfico, relegando el nombre de la banda y del trabajo a una pequeña impresión superior que podría desconcertar al comprador.
Pero nada pudo con el éxito que merecía el tándem discográfico de aquel 1969, posiblemente el año en el que Tommy James And The Shondells se convertiría en uno de los nombres más queridos por el público americano. Los años venideros les depararían desconocidos caminos por esas fechas, pero ciertamente supieron responder en aquel final de década a la petición por una mutación sincera en la conversión psicodélica.
por Sergio Guillén
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