Andamos hoy por Argentina con el proyecto Conociendo Rusia, herramienta de su cerebro, Mateo Sujatovich. Curioso nombre, que viene de su apodo de chico, "el ruso", a causa de su apellido. Sus amigos "ashá" en Belgrano, que eran tan guasones como en Madrid. Donde Mateo estuvo viviendo hasta los 13 años. Estuvo a punto de entrar en las filiales del R. Madrid (y de hecho su estudio se llama "Club Atlético Sujatovich"). Pero la música fue más fuerte que el fútbol, corre por sus venas, está en su adn.
A Conociendo Rusia le han dicho de todo. Indie rock, influencias de Fito Páez (con el que tiene algún dueto), Los Rodríguez o Calamaro. Pero mira tú, que yo escucho al viejo Charly García de los 70. Y más. Razones hay de sobra. Mateo es hijo de Leo Sujatovich, teclista que fue de Spinetta Jade. E igual que hizo su padre en 1972, tomó lecciones de guitarra aquí en España del gran Claudio Gabis (Manal). Y ya va por su cuarto álbum tras éste homónimo, "Cabildo y Juramento", "El Enemigo" y el reciente, "La Dirección".
En éste primero cantaba, tocaba guitarras, bajo, sintes y programación. Le acompañaban Nicolás Btesh (voz, sintes, programación), Guille Salort (batería) y Fran Azorai (Wurlitzer piano). Es rock clásico a la vieja usanza argenta, orientado a canciones impolutas y por supuesto, con letras cuidadas al detalle. No podía ser de otro modo. "Loco en el Desierto" funciona como una canción de amor onírica y ensoñadora. Perfección arreglista. Melodías de científico loco. Bien cantado (con bonitos falsetes) y mejor tocado. Como un Todd Rundgren porteño. Así de "simple". Así de genial. "Cicatriz" tiene su idioma favorito, la nostalgia. Y aquí una brisa spinettiana nos invade, irremediablemente. También un Motown feel.
En clave de blues, "Bruja de Barracas" se mueve a sus anchas en lo clásico del rock porteño. Delicioso feeling tristón. Acústica mecedora para la poética de "La Luna", otro romántico manto de placidas sensaciones, no alejadas de Utopía. Otro momento íntimo es "Juro". Aunque ése trote del bajo agiliza un tema que pudo ser balada, y se quedó en power pop de día lluvioso. Adoro ése sentimiento, trasladable a todo el álbum. Como en "Lo que Pasó", una rica tonada que los clásicos Supertramp no hubieran desechado.
Terminan con "La Puerta", algo con positivo feel melódico, que no letristico. Siete canciones redondas. Un disco sin pretensiones. O si, todas. Un álbum perfecto.
J.J. IGLESIAS