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Black Sabbath – Tyr (1990)

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 Hace treinta y dos años, en Octubre del año 1990 adquirí una de mis mejores obras discográficas de las escasas que poseo en lo que al plano del Hard Rock contemporáneo se refiere. 



Aquel año 1990, trajo consigo un buen número de producciones de este estilo que pujaban por irrumpir con más ruido que nueces en el mercado, bajo la dictadura de la industria. Aquel fue el año de repulsivas propuestas discográficas como Painkiller de Judas Priest, The Razor´s Edge de AC/DC y un largo suma y sigue de cacofonías adulteradas que me generaban alergia y severas diarreas difíciles de frenar. Por lo tanto mis inquietudes se mantenían fijas en la escena menos convencional y arriesgada del género, por la que inclusive en la actualidad siento gran admiración y respeto. 

Cuando Tyr llegó a mis manos, desconocía por completo el contenido del álbum, y a pesar de que Black Sabbath nunca habían sido santo de mi devoción y mucho menos en su etapa de la década de los ochenta, por mucho Heaven And Hell, Mob Rules o Eternal Idol amparados por el elogio y el delirio, el disco precedente a esta obra, tampoco me generaba la menor agitación. Desde la marcha de la banda de Ronnie James Dio, Iommi se centraba en ofrecer el mostrador de sus innumerables composiciones entre amigos, portando el nombre de la banda para no generar excesivos despistes, sin que ciertos ordenes no  alterasen en exceso el producto de temporales inestables. 

A pesar de utilizar como refugio de pretenciosa ostentación horizontal los Air Montserrat para registrar Eternal Idol y Battery Studios para su consecuente mezcla y eyaculación precoz aprovechando a un joven Tony Martin estrenándose como vocalista, las pócima no obtenía el persuadido resultado por el entrañable, noble y admirado guitarrista de Birminham. Pero incombustible, persistente y sobrecargado de temas, Headdless Cross vuelve a ser otra excusa entre amigos buscando básicamente la estabilidad de una formación que pretendía poseer a Geezer Butler contra todo pronostico en sus filas. Algo que no se lograría hasta poner en práctica la fallida estrategia de rescatar nuevamente a Geezer, Dio y Appice para deshumanizar por completo las pocas perspectivas de porvenir de una banda que claramente erró en su trayectoria musical desde su planteamiento inicial.

Pero regresando a cuando adquirí TYR,  esta obra que tantos debates de discrepancia trajo consigo, y que yo mismo desconocía por completo a pesar de que su primer sencilloThe Low Maker bombardeaba no solo los dos espacios radiofónicos más ''importantes'' e irrisorios de la frecuencia modulada, junto con  otros clones especializados en Rock Duro desarrollados en otras emisoras que encarceladas en la libertad poblando la redecha del dial de la frecuencia madrileña del norte, centro y sur de Madrid, para seguir nutriendo de rock y ilusión las barriadas en las que la afición al Hard Rock y el Heavy Metal permanecía vigente.



TYR entre otras cosas, representaba con claridad el fiel reflejo del ímpetu de Tony Iommi por seguir adelante con el legado de la banda sin adoptar críticas y consecuencias, y sin temor a numerosas contemplaciones de las que la mayoría, fueron cuanto menos generosas. Y es que llegaban los noventa y tras cerciorarse por completo de la caída de losclavos de más cien cruces, Iommi se aferro a Murray, Martin y al basterista Cozy Powell con la inestimable participación del teclista Nicholls, para generar el álbum más redondo cosechado por el Iommi and Friends project desde Never Say Die, por mucho Heaven And Hellismo y Mob Rules-ismo que por norma de imperativa dislexia se han tenido que incrustar en la Gloria In Excelsis de un Sábado más negruzco que oscuro. No hay que desmerecer claro está ciertos méritos acontecidos en diversos trazados de la era Dio, pero tampoco exceder quijotescas leyendas mitológicas condenadas al fracaso final. 

Para aderezar las composiciones de TYR en el inicio de la década de la decadencia global para arte sonoro, estructurar la obra en el plano vanguardista fue un recurso de relativa dificultad, que Iommi superó siendo previsor. Para ello puso en práctica minuciosos recursos de efectiva clave armónica cuya esencia permanecía ligada al carácter más visceral de los tiempos de Osbourne, para desplegar consecuentes melodías tan crudas como de inteligente cremosidad estructuradas acorde a las exigencias preliminares de una nueva década. Este hecho suponía la base perfecta para aderezar una propuesta declinada a la transversal de las runas, la relativa oscuridad y la delicada y siempre excitante mitología nórdica. 

Los estudios Rockfield en Gales, fueron el lugar perfecto para llevar a cabo el proceso más acertado de gestación durante el mes de Febrero del año 1990, y como premisa, el volver a empezar de nuevo para levantar ciertas cruces pesadas caídas desde 1978 y marcar a fuego sobre la frente de ese Cristo de romaníes el nombre de Black Sabbath. 

Lo primero que me atrajo del álbum, fue la estrategia del arte de la portada, mostrando runas tomadas de la famosa piedra de Rök en Suecia, muy conocida entre los runólogos por contener la inscripción rúnica más larga del mundo, sumado a ese cielo cubierto de esperanza por el que el influjo azul de la luna llenaba las esperanzas de disfrutar de un disco tan consecuente como coherente ¡¡Y el acierto fue pleno!! 

Cuando coloque el vinilo sobre el plato reproductor del equipo Hi-Fi, los versos en latín de apertura en la pieza Anno Mundi, pasado por la épica The Low Maker hasta llegar al fraseo lineal de apertura improvisado por Cozy Powell en Heaven In Black, el disco me caló mucho más allá de lo hondo por diversas razones que abarcan desde su trazado compositivo hasta su sobresaliente producción, llevada a cabo por Iommi y Martin.



Si lo valoramos desde la franqueza positiva, Tyr pasó prácticamente desapercibido por fortuna en estados unidos, logrando puestos modestos en el ranking británico llegando a posicionarse en lo más alto en otros países europeos como Alemania, Finlandia, Suiza, Austria y Suecia, lo que permitió a la banda girar con moderado éxito desde los meses de Septiembre a Noviembre de 1990 con los neoyorquinos Circus Of Power como teloneros. Y aunque por primera vez en su carrera no hubo fechas norteamericanas en una gira de Black Sabbath, para beneplácito de los fans, la fecha londinense del tour contó con Geezer Butler, Ian Gillan y Brian May como invitados. Lo que supuso la definitiva repesca de Geezer Butler para llevar a cabo otra gran metedura de cuezo, como reunir de nuevo a la formación responsable del Heaven And Hellismo y el Mob Rules-ismo y comenzar desde 1992 una vertiginosa caída en picado hacia el fiasco que tal campana sobre campana... Sobre campana una. 

Muchos seguidores de la banda, críticos de la época y nuevos Jordis Serras i Fabras del presente, siguen cuestionando muchos aspectos de este disco, desde su confección musical hasta la producción, escudándose en ''Loyola-Incadas'' tales como el mal trato de mezcla y producción de la obra, alegando que las baterías de Powell estaban muy por encima del resto de los instrumentos... O que la voz de Tony Martin obstruía cien palomas al vuelo y similares ''Jose María Carrascaladas'' típicas del amateurismo y el precipitado énfasis en jugar a ser crítico y fan musical a merced de la figuración y ese postureo que no hay que asociar al uso al posicionamiento mental y su consecuente obesidad en este tiempo presente, ante el que nuevo orden ha generado el desorden unánime.

Desde que TYR llegó a mis manos, lo escuché con frecuencia durante la recta final del año 1990, los primeros meses del posterior año 1991 hasta prácticamente quemar aquella primera copia del vinilo en su edición spanish. Años después lo adquirí en formato cd, y me produjo un intenso dolor genital que me llevó a deshacerme del mismo, para volver a hacerme con otra copia en vinilo, a pesar del pésimo prensado que tuvo las diferentes ediciones del mismo, pero obviamente, la artesanía analógica y la presencia de amplificadores de válvulas, micrófonos Neumann U-87 Vintage y una Yamaha Power Recording con diversas afinaciones graves partiendo del Do, y más aún, ejecutada por Cozy Powell registrando su aportación al álbum en una y dos tomas, es obligatorio disfrutarlo en el formato adecuado e ineludible, el del vinilo. he escuchado remasterizaciones y diversas ediciones ponzoñescas posteriores, pero por las razones expuestas y la obviedad, ni por asomo superan el prensado original. 

Treinta y dos años después, TYR sigue siendo por excelencia una obra de sublime vigencia y de dignas audiciones anuales, que al menos a un servidor le siguen remontando a un tiempo en el que este trabajo discográfico me incitaba a buscar mil razones de reflexión a cerca de lo que iba a suponer el posicionamiento del arte en la década de los noventa. Me invitaba a escucharlo con los ojos cerrados en la más absoluta intimidad sin compartirlo con nadie. Me guiaba de una forma u otra a esquivar en la medida de lo posible los interludios dislocados que a modo de distópicas fórmulas grasientas han obstruido las arterias socioculturales del presente siglo XXI, con la colaboración de la procesión sistemática y su desfile de poderes de muda miseria.

Durante un año, TYR fue el disco que me acompañó en largos viajes por España, concretamente por el norte de un litoral que a excepción del avanzado Pais Vasco, su verde desesperanzado apestaba a retrogresión. Lo grabé desde el vinilo a una Cassette TDK de 60, para incrustar la misma el un viejo Walkman Sony y llevarlo conmigo en autocares, trenes y coches durante largos trayectos en los que siempre estuve excesivamente acompañado del vacío de una soledad llamada sociedad, inclusive de amigos y familiares que formaban parte de ese amplio Tanatorio que día a día albergaba muñecos de toda clase. 

TYR, me ayudó a evadirme en busca de la amada e imprescindible soledad, liberando pesadas cargas de insignificantes kilos de ''cejijuntez'' unísona de mi mochila, soñando despierto bajo el consciente siempre puesto en la realidad, de que aquella gira, no iba a pasar por España, y confiando en que algún día algún documento audiovisual fuese extraído de la misma. Pero tampoco se barajó grabar un álbum y un consecuente video en directo de los momentos más sobresalientes del transcurso de la gira Europea. 



Desde el año 1990 hasta la actualidad, TYR ha sido dentro de la escena más avanzada del Hard Rock y su esencia, uno de los cinco mejores álbumes de la cosecha de los últimos treinta y dos años. Discrepen conmigo si así lo estiman oportuno, pero las razones albergadas en su integridad en todo este disco, son cristalinas, y las cosas bien hechas, están muy por encima de segundas partes, las que siempre han sido condenadas al fracaso por ley de inercia, porque la energía y la fluidez, solo se manifiestan a tiempo real en un determinado momento, justo en el que tienen que surgir. Una vez que pasa ese momento... No hay musa que buscar, ni excusas para procurar cerrar heridas jamás cicatrizadas ni esfuerzos horizontales en la búsqueda de oxígeno en el centro de la nada. Y es que desde 1980, Iommi se había desentendido de elucubrar en estudio, y diez años más tarde logra entender que matemáticamente menos siempre es mucho más, en aspectos musicales como composición y ejecución, así como también en aspectos de grabación y producción. Al igual que Cozy Powell lograba dar con la clave de afinación, de microfonear adecuadamente un kit de batería, y hacer resaltar su estilo y lenguaje baterístico, colocando en la cumbre de ventas a la serie Power Recording de Yamaha, tras dos décadas de numerosos experimentos sonoros en en compañía de diferentes camaraderías, y eso que su trabajo en estudio fue notable en numerosas producciones discográficas que abarcan desde Rainbow, Michael Schenker, Keit Emerson y Greg Lake y un extenso curriculum que no solo concluiría en 1990, sino que seguiría su curso hasta su última grabación Facing The Animal en el año 1997, cuando prestó sus servicios para Yngwie Malmsteen para que un año más tarde, entregase su alma a un cleptómano que no reniega a desprenderse de su deleznable nombre de Dios. Ese empleado en una palabra más remunerado y protegido de la corta plantilla de un Satanás,  que siempre ha exigido el pago de deudas a aquellos justos que siempre han mantenido sus cuentas al día.

Luis Arnaldo Álvarez (Baterista  y Locutor profesional independiente)



 
Temas
1. Anno Mundi 0:01
2. The Law Maker 6:12
3. Jerusalem 10:07
4. The Sabbath Stones 14:08
5. The Battle of Tyr (Instrumental) 20:56
6. Odin's Court 21:59
7. Valhalla 24:46
8. Feels Good to Me 29:30
9. Heaven in Black 35:14

 


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