Buscar el camino correcto para ascender a coronar el lejano horizonte en la más cercana intimidad, puede resultar una tarea sencilla. Y esa es la cuestión, atravesar el trazado más complejo caminando sobre el sendero más sencillo.
Hace años, diecisiete para ser más exacto, escuché en Santa María Del Puerto por segunda vez el álbum The Way Up de Pat Metheny Group, dirigiendo la mirada en busca de recovecos cóncavos en un espacio exento de verticalidad y fueron muchos los matices registrados en este disco los que me llamaron la atención.
Con el cd encajonado en un reproductor Sony Discman D-172CK Mega Bass y nos cascos AKG k - 702 me deje seducir por el pasaje inicial de doce minutos que abre la Suite, Opening & Part One donde me encontré con la representación de capas de ostinato, sabiamente estratificadas y superpuestas unas sobre otras, a diferencia de una de claro per se. Este, es un recurso utilizado frecuentemente por Stravinsky y entre otros, por Don Ellis. La voz ambiental de mazos/ocarina que abre el pasaje camina realmente en un compás de 9/8 repetido, subdividido y con la consecuente entrada de Metheny, que presenta un 15/8, subdividido; ''232 2222'' es notablemente efectivo, ya que el oído tiende a percibir este patrón como un 4/4 sincopado hasta que me di cuenta de que no hay un tiempo sincronizado en 4/4 como el trazado en 16/8. Cuando Lyle Mays y Metheny inician la segunda línea de guitarra, es probablemente donde surge la naturaleza más convencional como parte de uno de los arreglos elementales de la composición, pero sobre el telón de fondo de los dos patrones anteriores, la clave predominante es la sofisticación dado que Lyle se adentra en un patrón de 6/4, subdividido en; 222. La inferencia de la firma de tempo es sutil, pero una escucha atenta revelará un acento agógico de Lyle en el primero de cada uno de sus seis grupos de tempos, sugiriendo el 6/4. La segunda guitarra de Metheny dialoga en un esquema simple de 2/4, pero sin embargo está sincopada compensada con una corchea contra las 3 agrupaciones de Lyle de dos tempos por compás.
Steve Robdy y el magistral Antonio Sanchez confirman el último medidor de "destino" de 15/8, subdividido en; 322 2222; donde aprecié el ligero cambio del patrón de subdivisión 15/8 en la primera subdivisión de guitarra de Metheny, sin embargo, el comienzo de este nuevo 15/8 no se elude dado que hablamos de la sincronización de tempos intensos.
Y es que son un total de cinco entradas discretas que crean capas estratificadas, y a cada capa se le asigna un medidor diferente para superponer sobre la(s) entrada(s) anterior(es) ¿Nos entendemos? Es como colocar ladrillos fabricados de una construcción rítmica mutuamente excluyente, el pulso constante de la corchea sigue siendo el único denominador común para lograr un efecto etéreo cósmico. ¿Y qué tiene que ver el 15/8 subdividido en dos formas diferentes con el 6/4 o el 2/4 o la síncopa? Nada coño. Es simple y llanamente pura creatividad de los compositores sin el empleo de ningún sistema formal que impulse per se. Son estrategias que recuerdan los pasajes dramáticos de Le Sacre du Printemps de Stravinsky donde se emplea un enfoque similar. Probablemente solo haya una marca de tempo asociada con este pasaje en la partitura. El pasaje de repetición hacia a los veinte minutos de transcurso de la pieza elimina las capas estratificadas y se adhiere al 15/8, subdividido 322 2222.
Esto es solo lo que la primera parte de obra expone a modo ''técnico'', porque el resto del itinerario de las dos siguientes fases, es todo un mosaico de riqueza hexágonal en superposiciones, incursiones y matices de pura eficacia como los aportados por el trompetista Conug Vu, resueltos en el estudio de grabación donde se encapsuló el álbum en tan solo dos tomas. Y de la labor del baterista Antonio Sánchez es absolutamente magna, a pesar de la estricta dictadura de Pat Metheny y su habitual y característica percepción de la claridad y la precisión. Sánchez y su habitual ''rompe cocos'' pudo incluir frases de decoración Son Huasteca e inclusive ciertos guiños hacia el Huapango.
Señorías, aunque al leerme pueda resultar tan fea como grosera la expresión que voy a emplear para expresar la sensación que me aportó la segunda escucha de la obra, creanme que ME CAGUÉ DE ASOMBRO Y PLACER, sí, literalmente. La genialidad que adopta la composición íntegra de uno de los álbumes más brillantes rubricados por el Pat Metheny Group sucedió por inercia una vez en tiempo real, y la gloriosa grabación de estos momentos únicos que no se vuelven a repetir, nos permite expandir ese mismo y determinado momento a cualquier época y situación, y en este caso, pudiendo ser sumado al propio deleite paisajístico que en aquella ocasión me produjo Santa María del Puerto como telón de fondo provocando mi estado hipnótico y de profundo coma divino durante la hora, siete minutos y cuarenta y siete segundos exactos de duración de este camino, que en ningún momento me produjo fatiga en su prolongada y acentuada inclinación hacia arriba.
Han pasado a velocidad de vértigo diecisiete años de aquel imborrable momento, y con el paso del tiempo han sido numerosas las cosas que han cambiado a pesar de que el ochenta por ciento de las mismas son un breve resumen de secretos vociferados por la previsión socio-política que desde tiempos pretéritos ha acechado a todo un país destinado a la división, guiado por la globalización de la sabiduría omnipresente del acentuado analfabetismo plural. Han ocurrido otras catástrofes que por muy sujetas que estén a la ley de la vida, son difíciles de digerir, entre ellas la muerte del propio Lyle Mays, uno de los protagonistas clave de esta obra discográfica. Tras el fallecimiento de Mays ni por el áspero rostro de la añoranza ha viajado ni la más cristalina de las lágrimas... Mientras que los méritos y los recuerdos se hospedan en ese mismo hotel, donde con la mesa puesta la cena siempre está servida, pero nadie será invitado a cenar. Pero sin desviar el timón del cuarto arte, desde la aparición de este disco en el año 2005, en pleno siglo XXI dentro del Jazz contemporáneo y su proceso de elaboración hasta este presente año 2022 mi fe en el género cada vez se aferra más al papel del músico y la importancia del mismo en el papel que juega, donde lo realmente importante es su propia condición, el instrumento quedará siempre en segundo plano.
Luis Arnaldo Álvarez (Baterista y Locutor profesional independiente)