El underground siempre será el underground. Y aunque el prog rock goza de una (en apariencia) buena salud, mucho de lo más interesante siempre estará en las catacumbas. Como siempre ha sido.
El primer álbum de los atenienses Nanot, no está ni en formato físico. Imagina. Anatema y sacrilegio cultural. Eso no quita para que aquí le demos toda la prioridad que se merece. Se trata de un trío griego (lo sé, suena mal), formado en 2019 por Thanos (glup!) Hatzianagnostou (batería, compositor), Thodoris Kotsifas (guitarra) y Yiannis Papadopoulos (teclados). Más que capaces de dejar boquiabierto al más curtido oyente progresivo del planeta. Porque vale, esto es jazzy, pero sin perder ni por un segundo su necesario aroma prog. Por lo que inevitablemente, tenemos otro combo de nuevo cuño con reminiscencias Canterbury.
Y el comienzo no puede ser más arrollador, "Generosity" (7'00), con un órgano a la Dave Greenslade y su brontosaurio batería a la Jon Hiseman. En efecto, puede recordar a Colosseum. Mientras que la guitarra sobrevuela nubes Holdsworth que también los acerca a Bruford. Y como tal, el solo del kit percusivo se antoja monstruosidad a las puertas. Con inquietante envoltorio teclas-cuerdas y el Thanos éste, dispuesto a no dejar títere con cabeza en el universo vivo. Como está mandao. Posee todas las Gemas del Infinito Percusivo en sus manos. Barbaridad de músico. Corrijo, de músicos.
"Floating Bodies" (7'18) relaja tensión, que no compleja estructura. Merodea territorios Hatfield and the North igual que de Isotope o Brand X. Imagino al coro de The Northettes, (las Parsons-Gaskin-Rosenthal), con toda facilidad. El sinte es fluido y gelatinoso. Y todo encaja como en un anárquico Tetris de aceitosas imágenes kaleidoscópicas. Sublime.
Rhodes (o así) abre "The Well of human wisdom" (7'06), y la magia que una vez se creyó perdida para siempre, vuelve a surgir. Como si la ouija jazz prog invocara otra vez a las almas antaño jóvenes y frescas de Egg, Gilgamesh o Soft Heap. Melancólicas vibraciones para la deliciosa modorra canicular de mediodía. Los vuelos de sintetizador ahora tornan mediterráneos (normal), y es como si el Iceberg volviera a congelarse en imponente y eterna escultura musical. "Kampos" (3'35) a los que no se les ponen puertas. Con predominio Hammond y sobrio-elegante mástil a la Ray Russell. Incontinencia a la belleza, la de Nanot. Nuevos detalles en un micro-macrocosmos estilístico que avanzan "The Gift of Existence" (6'23), en otro ejercicio de retro-roc laietá (a mí me lo parece). Por primera y única vez, un cántico a la Richard Sinclair aparece con sus coros. De ésos de "antetodomuchacalma". El paisaje pinta perfecto. Seguido de una Holdsworth-y guitar que pone todas las situaciones cuánticas de la existencia en puto orden. Absoluta perfección. En todo.
La acústica refresca neuronas en "Nanot" (7'15) que conducen a otro paradisíaco paisaje intimista, de canterburyana y formal sensibilidad melódica. Keith Jarrett meets In Cahoots? Por ejemplo. Como guía vale. Piano y batería hacen cruceta de la abuelica, de ésa nada fácil de copiar.
"Walking in the Sky" (7'40) guiña un ojo de complicidad a Caravan, Rare Bird, Jonesy, Egg, Supersister y hasta a Camel o VDGG. El revisionismo creativo como otra forma de Arte. Y Nanot lo saben. Finaliza ésta salvaje demostración inspirativa con "The Talking River" (10'22). Por momentos cercana al formato ECM, pero sin decaer en ingenio ni un segundo. Puro viagra emocional. Uno de mis discos del año. Sí, es del 2022, pero lo descubrí éste. Qué pasa. Lo bueno no admite formalismos temporales.
Y esto es tremendo.
JJ. IGLESIAS