Visitas algún garito heavy superviviente, que ha conocido tiempos mejores, y no extraña la decadencia evidente. Inamovible. Las mismas camisetas de los parroquianos. Las mismas putas canciones. Parece un bucle temporal de 1985. Así que me maravilla cuando veo que siguen saliendo nuevas propuestas, tendencias y subgéneros. O gente como Carpenter Brut, que ha conseguido meter cabeza en festivales metal (por ahí fuera, no nos volvamos locos!), a base de sintetizadores. Y de una escena tan alejada del heavy como puede ser la prog-trónica. El francés Franck Hueso, aka Carpenter Brut, suele ayudarse de un bajo y batería reales, consiguiendo así un mejor efecto grupal rock. Pero lo suyo está muy cerca de la Berlín School aplicada al cine.
Su tercero, "Blood Machines", fue una banda sonora para una película sci-fi / horror sobre la odiosa IA. El director, Seth Ickerman. Perfecto escenario.
La "Intro" es pura esencia secuencial que podría estar en algún viejo disco de su paisano, Jean-Michel Jarre. Hueso le imprime grandiosidad in crescendo, que garantiza caña furibunda en un open air fest, lleno de vikingos. Que la batería y bajo sean reales se hace indispensable para ése efecto épico conseguido. A éste respecto, recuérdese a otro combo similar como son Zombi. Sin pausa, "Blood Machines Theme" se muestra del mismo modo demoledora, con su ejército cibernético empequeñeciendo al oyente. En "Attack of the Amazons" asistimos a una imaginaria jam entre John Carpenter, Peter Frohmader y un comando secuencial incursivo a las órdenes de Peter Baumann. "The Ceremony" capta majestuosidad ceremonial de alguna demoníaca secta profana. Éste tipo de cosas fueron lo que enamoró a Ghost para llevarlos con ellos de gira. Y ésos no dan puntada sin hilo.
Imperio analógico en despliegue para "Mima" - "Souls Wreck", en una pictórica nostalgia propia de Vangelis y su grandilocuente paleta de colores trágicos. Dark ambient propicio atrapa "Touchdown", con una oscuridad experimental más propia de unos primigenios Tangerine Dream. Solemnidad melódica como marca de la casa. "The Last Ceremony" vuelve a homenajear al director-sintetista del que adoptan su apellido. Alumnado del que sentirse orgulloso.
Brian Eno en una fría noche de niebla sería "Bloody Kisses-The Swift", de comienzo onírico y brumoso, y final en tono catedralicio casi como un Pår Lindh! Para "Lago's Sleep" pellizcan algo del Schulze 90s. Es un detalle.
"Grand Final" (6'42) retoma la melodía inicial principal en otro alarde secuencial berlinés, sonando grotescamente hermosa. Con un final cuasi rave que pondría a bailar a todos los zombies de George Romero en toda su saga. Lo de "mover el esqueleto" tiene aquí su sitio.
Aún queda como epílogo "Gone Now", algo así como la música de créditos o un final abierto en tono floydiano. Excepcional gama de classic analogía shock-horror para unos sonidos que se ven y se sienten.
Mientras, los bares jevis seguirán en Babia.
J.J. IGLESIAS