A lo largo de mis reseñas, y tratando el cambio de década de los 80 a los 90, es normal que salga a relucir el cambio de modas, y la hegemonía transitoria del grunge, como causa de que al rock melódico y a sus derivados se les retirase la palabra por parte de prensa y de las mismas discográficas. Hay un frente negacionista que, o no vivió aquellos días o es de los que preferían cambiarse de chaqueta para no ser maldecido por los nuevos modernos –o se había tirado los años 80 esperando su momento para vengarse de un estilo que no casaba con sus amores musicales–. Esa línea dura repite cual mantra aquello de: “El rock alternativo no acabó con el AOR… Lo que pasa es que el género ya no tenía calidad suficiente, era un producto de segunda”. Esta frase es sencilla de rebatir ya que, si atendemos a los lanzamientos de 1991, el momento en el que ve la luz el Nevermind de Nirvana, en el rock/hard rock melódico se presentan discos como el trabajo homónimo de los RTZ, el Screw It de Danger Danger, el Dangerous Curves de Lita Ford, el MSG del McAuley Schenker Group, el Thump de Michael Morales, el Blood From Stone de Dare, el Don’t Come Easy de Tyketto… En definitiva, grabaciones más que notables que auguraban unos pastos verdes el resto de la década y que vieron convertidos en desierto.
Esta introducción es necesaria para poner en contexto una de las mayores injusticias de aquel 1991: el álbum de debut de los ingleses Heartland. Con Chris Ousey y Gary Sharpe componiendo a un alto nivel, este disco de diez canciones, que pareciese escrito en la cumbre del AOR de años atrás, fue enterrado por la prensa británica –como bien recuerdan desde Glory Daze Music–. Únicamente en Boulevard Magazine se le dio entonces la calificación merecida: la de una de las obras superlativas que había traído el despertar de los 90. El ex Virginia Wolf Ousey no había perdido ni un ápice de credibilidad como cantante, algo que dio un importante empujón a unas canciones por otra parte irreprochables.
Los que esperaban un cambio no les sentó muy bien que un grupo se ciñese a los estatutos del AOR de una manera tan fiel, con total respeto a lo que había sido el rock melódico en el Reino Unido. Al menos algún aliado sí encontraron ya que James Barton, que venía de ejercer de ingeniero de sonido y mezclador en el Empire de los metal progresivos Queensrÿche, supo desde el primer momento entender el tipo de producción que requería un larga duración de estas características y unas canciones irresistibles como “Teach You To Dream”, “Carrie Ann”, “That Thing”, “Promises” o “Real World”. Y aunque su siguiente paso no les facilitó la vida precisamente, es encomiable que Wide Open (1994) siguiese siendo fiel a la esencia primera de Heartland.
por Sergio Guillén
https://sguillenbarrantes.wordpress.com