En 1979, Dave Greenslade era ya un teclista más que reputado. Después de su brillante paso por Colosseum, entró con honores en el Olympo sympho-pomp británico con su banda Greenslade. Ni un sólo disco flojo con aquel combo. Para seguir posterior carrera en solitario, siempre bien protegido de los mejores músicos.
En 1979 y a medias con el inmenso ilustrador, Patrick Woodrofee, pusieron en marcha un proyecto visionario. Recuérdese. Nada de Internet. Y el video dando sus primeros pasos de bebé. Se trataba de una doble obra conceptual + libro en tapa dura de ilustraciones y textos, sobre una nave extraterrestre a la deriva. Conteniendo los archivos de su mundo natal desaparecido. Desde sus inicios hasta su ocaso. Una obra que era una maravilla para los ojos y oídos. Pero que no tuvo excesiva repercusión para la crítica musical, que ya estaba supeditada a otros menesteres de dudosa mercadotecnia.
Greenslade, al frente de un arsenal monstruoso sólo al alcance por entonces de unos pocos: ARPs, Crumar, Church Organ, Hohner, Korgs, Mini & Poly Moogs, Prophet 5, Mellotron, Yamahas gordacos, Vibraphone, Vocoder, Tubular Bells.....El paraíso en la Tierra. Aportaban percusión Phil Collins y John Lingwood (Steamhammer).
Siempre he recomendado acompañar la escucha de "The Pentateuch" con sus textos e imágenes. Es la experiencia completa tal y cómo se podía disfrutar en 1979. Y como se entiende en su integridad.
"Introit" ya fascina por sus sonidos elegidos, no muy habituales por entonces. Al modo de un Patrick Moraz de sus comienzos en solitario. Robin Lumley, teclista de Brand X, produce de maravilla. Capta el espíritu sinfónico-electrónico de la obra en toda su grandeza. Greenslade es un teclista muy versado en música, así, en general. Pero que sabe explorar y experimentar como el mejor de los sintetistas alemanes. Al fin y al cabo, la obra es pura ciencia-ficción. "Moondance", "Beltempest"..... Todo se sucede en la más genuina línea conceptual de un Rick Wakeman en estado de gracia (su creación de los 70). Greenslade hubiera sido un teclista perfecto para Yes. Recuerda tanto a Moraz como al brujo rubio. Pero es que al Hammond pudo ser también un sustituto ideal para Tony Kaye! Su tacto sentimental lo hace completo.
Lo barroco aparece en "Glass" y "Three Brides" (habrá más oportunidades), siempre como música contínuamente enlazada. Elegancia incuestionable. Phil Collins aparece por primera vez, con su característico estilo percusivo.
Segunda cara con "Birds & Bats & Dragonflies", en una línea muy Jon & Vangelis, pero siempre instrumental. La inocencia de "Nursery Hymn" viene representada por Kate, la hija de dos años y medio por entonces, de Dave Greenslade. Los pasajes fílmico-descriptivos se suceden con matemática conjunción con respecto a la historia y sus increíbles ilustraciones. Desbordante fantasía, sin descanso, a borbotones de imaginación.
En temas como "Barcarole" vuelvo a ver ésos paralelismos con el primer Patrick Moraz. Todo el (escaso) spoken word existente, viene filtrado por Vocoder. Invento de último modelo por aquellos días. Para que la sensación futurista sea más tangible. Y en "Dry Land" plasman lo dicho como si los sintes fueran cámaras cinematográficas.
Habiendo dos miembros de Brand X de por medio, (Collins & Lumley), no es de extrañar que "Forest Kingdom", abriendo la cara 3, suene a ésa banda y a Weather Report, con similar esplendor.
Los guiños a Wakeman siguen apareciendo, dando la familiar sensación de que "The Pentateuch" es un álbum "muy Yes". Por influencias, positivismo y estética deslumbrante en su espléndido artwork. La cuarta cara se erige como la más Berlín School, de momentos verdaderamente brillantes, en una onda Tangerine Dream de aquellos días.
Creo que fue uno de ésos proyectos perfectos para que la inquina de la prensa del momento, pudiera ensañarse a gusto. Representaba todo lo que ellos se querían cargar. Como así hicieron. Una falta de profesionalidad y respeto que acarreamos hasta el inesperado Renacimiento Prog de los 90.
Es de justicia resaltar este álbum a través del paso del tiempo. Para que aquella patética historia, vergonzosa a todas luces, nunca más pueda repetirse.
J.J. IGLESIAS