Se publica por éstos días el álbum inédito de Snake Eye, gentileza de Guerssen. Banda británica anteriormente conocida como Red Dirt y con un disco único y megapasta en su haber. Rock blues arisco lo de Red Dirt, para nada mala banda ni álbum. Sólo que siempre me parecieron sobrevalorados, más por su rareza y valor monetario que por su música. En su rollo, los hubo mejores. Nunca me quitaron el sueño. Es su siguiente paso, Snake Eye, el que sí me lo quita. Cambio drástico de estilo dentro de un progresivo hard de dobles guitarras, sencillamente espléndido.
Dave Ritchie (voz, guitarra solista), Ron Hales (guitarra solista), Ken Giles (bajo) y Steve Jackson (batería), - en un par de temas lo fue Gary Boroughs-, se marcaron el perfecto álbum imposible. Porque no salió. Se grabó entre el 70 y el 72. Tocaron con Sam Apple Pie, Sharks, J. Geils Band o Wishbone Ash. Éstos últimos son su mayor influencia de largo. Y estamos hablando de los Wishbone de primeros 70! Para más señales inequívocas, fue un álbum conceptual titulado "The Journey". Genuino producto de su tiempo. El álbum que debió salir en Vertigo (ante todo y como Hokus Poke por aquellos días ), Dawn o Harvest. Pero se quedó criando polvo en un estante por décadas.
"The Journey" (3'43) es como la descriptiva intro definitiva de su sonido. Ritmos cabalísticos y efluvios folk, en clave de fina cruceta guitarrera. Piensa en los tres o cuatro primeros de Wishbone Ash y eso es. Un instrumental con voces de fondo finales de precioso calado romántico. Dave Richardson (Ritchie) lo compuso todo, salvo "Don't Be A Fool" (6'25), a medias con Ron Hales. Ya endurecen con suprema elegancia y fugas jazzy. La voz es exquisita. Rock británico de niebla, frío y cálida taberna invernal del Soho en los primeros 70. No tengo palabras. Quizá hasta la sensibilidad del primer Camel se transpira aquí. Los cambios rítmicos, líricos, anímicos se suceden con total felicidad. Piensa en el "The Yes Album". Mismo feeling, otro patrón progresivo.
"The Journey's End" (13'16) llega al tuétano sentimental, una de sus valiosas virtudes. Propiciado por ése delicioso poso folk que también poseía el combo de Andy Powell. Cuando el músico se preocupaba por el feeling como prioridad absoluta. Aquí tenemos pasajes y líneas melódicas que se adelantan al Gilmour más avanzado, por lo menos en cinco años. Una proeza de exquisitez y finura que desborda previsiones. Dual guitar inmaculada que asciende planos más y más, sin encontrar el fin en su derroche instrumental. Yo escucho a veces discos en sueños que no existen. Veo hasta sus portadas. Oigo música maravillosa en ellos. Estoy seguro que Snake Eye ya estaba en mis oníricos y enfermos desfases.
"World in a Mountain" (9'39) abre la cara B y el espíritu del primer Tull (no importa que no haya flauta), Public Foot the Roman/ Atomic Rooster, (no importa que no haya teclados), High Tide (no importa que no haya violín) o Allman Bros, (no importa que no sean del sur USA), lo impregna todo con el aura del mejor rock parido en los 70. Sobrenatural.
"Sweet Dream Lady" (9'50) podría estar en "Argus" y sería bendecida por el mundo. Y "The Heart of a Young Boy" (6'34) es el "Epitaph" crimsoniano de Snake Eye. Con sus propios y superlativos atributos.
Snake Eye se han reformado recientemente con Ron Hale, su hijo Nic y un tercer guitarrista, Callum Smith. Lo que puede ser un tridente guitarrístico casi perturbador.
Guerssen se ha apuntado una de las referencias del año (nunca antes editado en vinilo). Éste es el tipo de material que me enorgullece recomendar en Rockliquias.
INMENSO.
J.J. IGLESIAS