La semana anterior os hablaba de tríos germanos influenciados por ELP pero al darme cuenta casi por despiste mío, casi me dejo en el tintero a esta otra banda de Wuppertal fundada en 1971 que es bastante superior a los Burning Candle.
No le había prestado atención a esta única rareza de vinilo grabada en plena gloria del sinfónico prog de 1973. El “Brain Salad Surgery” de ELP salió en diciembre de 1973 y el disco de estos alemanes se grabó en la primavera de ese mismo año por lo que creo que estos tipos se habían escuchado los anteriores del señor Keith Emerson casi con veneración me atrevería a decir. Principalmente el Tarkus casi con toda seguridad. Mientras escucho este disco encuentro los mismos “tips” de órgano. La misma base de fuga barroca de Bach y muchas horas de técnica detrás del teclista Oliver Petry, líder de esta barbaridad sonora. Al menos aquí nos vamos a un disco que ya supera los cuarenta minutos al menos en la versión CD. Los discos de treinta eran muy habituales en los primeros años 70 y a los que nos gustan las piezas interminables aquello se nos quedaba corto.
Si tenemos en cuenta que el rock sinfónico de primera generación duró de 1970 a 1975, la reflexión que nos queda es que aquello fue rapidísimo y concentrado como una pastilla de caldo de carne o como una combinación de especias ultra picantes. El prog estalló como una presa y sus aguas se perdieron por el desagüe porque aquello era demasiado bueno y al ser humano le suele gustar más la caca y la degradación cultural. La mierda es más agradable y calentita y evita tener que pensar que eso da mucho agobio.
Acabo de leer un artículo en el País sobre el 50 aniversario del The Lamb de Genesis. Ellos lo crearon y ellos se lo cargaron. Cuando los vi en directo en 1981 en san Sebastián gira Abacab salí deprimido y cabreado. El rock progresivo se auto inmoló. Lo expulsó todo como una indigestión Yo estaba en la mili en 1975 y el tiempo no corría a la misma velocidad que cuando estás jubilado. Los cinco años de aquella música irrepetible son la base de todo lo que supuso para mí la música el resto de mi vida. Cuando los críticos de la época presumían de haberse cargado a aquellos dinosaurios con el mayor vilipendio miserable y ruin que recuerdo, quizás nos olvidamos que fueron sus propios creadores y los propios músicos los que se traicionaron a sí mismos y mataron a la criatura. Pero como tengo por costumbre el salirme del tema que nos ocupa y contar batallitas de yayo, lo dejo aquí.
Cannabis India no es el mejor nombre para una banda de rock sinfónico suena muy tántrico-colgado-hippioso. Más kraut para variar. Pero hay que poner en contexto la época. Los que nos hemos dedicado muchos años a “organizar” y clasificar los diferentes estilos de música, nos damos cuenta de que las etiquetas las acabamos poniendo nosotros, no los músicos y las bandas. Tan solo en los tiempos presentes una banda reconoce hacer un estilo determinado. En los 70´s no se autodefinía nadie. Se hablaba de experimentación, apariciones marianas, gurús, visiones lisérgicas y otras gilipolleces, ocurrencias e ingenuidades varias.
El vinilo enérgico de estos cannábicos germanos lo ocupaban originalmente cuatro piezas completamente instrumentales donde el órgano ocupa la práctica totalidad del sonido con algún moog perdido casi imperceptible. Hay mucha influencia clásica de principio a fin, hasta una desvergonzada versión de partes de la novena sinfonía de Beethoven y su himno a la “desalegría”. El trío lo hace muy bien. Bajo y batería cumplen su función de acompañantes del ego del teclista. Disco huérfano. Único. No volvieron a grabar y el agujero negro del tiempo se los tragó para siempre. La alegría dura poco en la casa del pobre.
Alberto Torró