Me cuesta lo suyo escribir este vocablo que suena como a una deidad del antiguo Egypto y que debió de tener algún primo o cuñao rarito en Kobaïa. En realidad la mitología kobaiana es un poco una historia un tanto infantil, hippiosa e irreal, aunque bastante particular. Reconozcámoslo y espero que los fans acérrimos y abducidos del grupo más ilustrados no se la tomen muy en serio. Ya somos mayores y el ridículo nos sienta mal. Me consta que algunos “eruditos” han intentado descifrar y traducir el “idioma” kobaiano (un cruce extraño entre vasco, catalán, klingon y aragonés de la franja y de la ribera del Ebro) que está bien como frikismo y adoración idealista, pero yo imagino hoy al señor Vander… que me recuerda a veces a personajes de aquellas sagas de ciencia ficción malotes de factoría Marvel, que tanto me gustaban de adolescente, descojonándose un poco del asunto
. Christian ya está mayor y debe esbozar una maliciosa sonrisa de aquellos años locos de juventud, bizarrismo y ocurrencias. Sin embargo sí comparamos, al margen del cachondeo sano en la antropología nacional real o inventada como habitualmente vemos en mi país, lugar imposible de tomarse en serio casi nada, Kobaia casi merece más respeto.
Pero en lo musical, Magma se ha convertido realmente en una institución muy seria y respetada y lo que en un principio pareció una provocación de romper normas y conceptos que tenían más que ver con lo clásico que con el rock, hoy sin duda es ya música clásica que ha conseguido su lugar en la historia. Yo imagino A Igor Stravinsky y a Serguei Diaghilev emocionados y también descojonados de risa el día que estrenaron la “Consagración de la Primavera” en el Teatro los Campos Elíseos de Paris en 1913 (…la que hemos montao colega!!). La gresca y el follón que se organizó en la época, entre el incauto público con caras de desaprobación y hasta asco, que escuchó aquello por primera vez, fue memorable y hasta hubo violencia. Es histórico y radical, pero cambió la música para siempre. Hay muchas anécdotas al respecto. Vander pasará a la historia como un creador de música nueva, no tengo ninguna duda y de aquella imagen de batería loco, nihilista y excéntrico a la de hoy, serio compositor de música hermosa y diferente hay un trecho.
La saga de “Kohntarkosz” y las alucinaciones cosmológicas se cierran con “Emëhntëhtt – Ré”, un álbum tan fascinante como las otras épicas y sinfonías magmáticas, pero más crudo y dramático que el estado de gracia melódico conseguido en “K.A”. Las constantes del Zeuhl están aquí con toda su mala leche en cinco movimientos. Muchos de sus pasajes son viejas composiciones, como sucede generalmente en la historia de estos franceses. “hhaï”, “Zombies”, “Zess” etc.. se diluyen en la composición renovadas y reestructuradas para la ocasión. Va a ser su penúltimo álbum en estudio hasta la fecha, si exceptuamos algún EP posterior como “Slag Tanz” de 2015.
El solemne inicio del primer tramo ya se anunciaba mediados los 70´s en sus conciertos en vivo. Los 22 mtos del segundo es un torbellino paranoico y deslumbrante con Vander y coros cantando completamente desatados y una instrumentación pulsante y mágica casi en trance. El tercer corte es dramático y tenso como si las fuerzas del mal acechasen por doquier en un ritmo obsesivo en el que se vuelven a invocar a las sombras innombrables. Me suena al funeral de algún faraón y a sus incondicionales que van a ser enterrados en vida, mientras esclavos y jóvenes muchachas bailan desnudos hasta la extenuación o la maldición de Osiris. El tren rítmico de bajo, teclados, batería es antológico en ritmos de difícil encuadre de jazz futurista o milenario…ya no se sabe. Ya estas enganchado en la espiral magmática del encantamiento ancestral de una ópera psiquiátrica. Las estructuras vocales son complicadísimas en zeuhl de marca registrada inconfundible. De una bajada a los infiernos hacia el final de estos 13 mtos no te salva ni dios, ni Orus, ni Emëhntéhtt ni su madre paranoica bruja loca de los avernos. La preciosa cuarta parte quiere darte un bálsamo de caricias y dulzura, pero ya estás jodido de antemano porque la tumba de Ré te espera jubilosa para pudrirte en la eternidad con él y con su cuñao: el sacerdote Amon, un calvo de ojos pintados con ramalazo y túnica provocativa y con gusto por adolescentes “nubios” bien dotados. El ritual funerario termina con olor a templo mariano y vasijas con tus entrañas arrancadas. Encerrado en piedra entre escarabajos negros sagrados. Ni de momia te dejan. Eternamente polvo. Magma en estado puro.
Alberto Torró
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