Los días futuros sería el último disco de CAN con el japonés como “cantante”. Damo debió ver alguna extraña luz, abandonó la música en 1974 y se convirtió en testigo de jehová, lo cual resulta francamente incomprensible e imagino las caras del resto del grupo ante tal cruzada de cables. No me imagino al histriónico y convulso cantante, con el pelico corto, cara de buen chico y con una biblia de casa en casa dando el coñazo.
En alguna entrevista reconoce que se casó con una mujer que era testigo de idem. Que lo operaron de un cáncer y como buen seguidor de la secta, se negó a recibir trasfusiones de sangre (no palmó de milagro) y que de vez en cuando evidentemente sigue leyendo la biblia. Cuenta también que cuando CAN le ofreció ser su cantante fue porque lo vieron gritando en la calle como un loco y montando un pollo de cojones como protesta de algo que ignoro. La voz les importaba una mierda, querían un “alien” de front man y lo consiguieron. CAN llegaron a su punto culminante con este disco. No hay un antes y un después de “Future Days” porque es diferente a todos, pero es CAN en estado puro. Si en sus anteriores trabajos podemos hablar de un sonido salvaje y primitivo, en este álbum encontramos un extraño refinamiento y cierta sensación de placidez.
El disco funciona como un organismo propio, como una estructura compacta musicalmente inclasificable. Los ritmos poderosos siguen ahí y el sonido está mucho más enriquecido en medios y detalles. Casi se diría que es un acercamiento a lo “progresivo” y aunque reconozco que es mi disco favorito de CAN, personalmente no los metería en esa clasificación porque son imposibles de etiquetar. Los alemanes tenían su propio estudio de grabación: el “Inner Space Studio” un viejo cine adaptado para ellos y con plena libertad de ensayos y movimiento. De allí salieron muchas horas de locuras musicales y se nota que éste ha sido su disco más elaborado. Rodeados de cachivaches raros, percusiones exóticas, modificaciones de teclado y sus extraños “filtros sonoros” y de los manipulados inventos electroacústicos del Holger Czukay, el alumbramiento de “Future Days” sería su techo creativo porque en los siguientes discos vendría el descenso de mediocre a peor.
“Future Days” es la primera de las cuatro piezas del disco. Nueve minutos de sonido embriagador y adictivo con cantidad de efectos y detalles hasta que poco a poco el ritmo va penetrando en la sangre y ya no puedes escaparte de su embrujo. La lejana letanía de Damo en una languidez vocal más acentuada de lo habitual y en una monótona línea melódica hasta logra cautivar. Liebezeit inenarrable como siempre y la límpida guitarra de Karoli y el “aserramiento” de teclados literalmente expresado, producen una sensación de placer y encantamiento única.
“Spray” (8.29) es un instrumental percusivo absolutamente vanguardista donde Jaki se luce golpeando todo lo que encuentra a su paso en un ritmo endiablado y donde Irmin convierte en incandescencia pura los sonidos de su Alpha 77. El bajo cambia el tren rítmico constantemente y Karoli va posando sus agudas florituras a la guitarra muy próximas a la psicodelia y a los primeros discos de sus paisanos Agitation Free.
“Moonsake” con sus tres minutillos es suficiente ejemplo del CAN primitivo de “Spoon” y single pegadizo y bailable pero el tema cumbre de CAN será “Bel Air” que ocupará toda la cara b del vinilo con sus casi 20 mtos. La pieza musicalmente es inclasificable. Ronda mucho la experimentación, lo espacial y atmósférico en algunas partes, pero también la psicodelia ácida en su fase más vanguardista. Damo emplea una melodía muy similar al primer tema “Future Days” y por momentos también me recuerdan un poco a Ashra y a Manuel Gottsching con cierto toque que rozan casi los sinfonismos (a la kraut ojo!!), algo difícil de encontrar en este grupo. Es sonido es raro y adictivo con esa tensión eléctrica que imprime casi siempre su música. El bajo es obsesivo y taladrante para dejar a Karoli libre por lisérgicos caminos. La batería es casi imposible de emular. Hacia la mitad el tema cambia hacia mundos inhóspitos habitados por insectos y zumbidos tórridos mientras la música se balancea en un agradable paseo, siendo uno de los pasajes incluso bonitos que sorprende dentro de su habitual aspereza y donde la guitarra se aproxima mucho al estilo de la west coast californiana. Un extraño rock experimental y muy vanguardista repito, dice adiós a la gran época del grupo. El disco les salió perfecto. Una obra imprescindible para oídos aventureros que no temen lo diferente y raro.
Alberto Torró
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