Como era de esperar tras un par de discos entre el 80-81 y para despistar al personal, se separan, dado que debieron darse cuenta de que no eran tiempos de vino y rosas y no estaba el panorama para muchas lindezas.
Debieron esperar hasta el resurgimiento de los 90´s cuando don simpho ya enseñaba la patita por debajo de la puerta reivindicando los derechos raciales del progresivo y cuando la caza de brujas de la década prodigiosa ya había perdido fuelle. Desde luego que los críticos y las grandes compañías siguieron mentando a las madres de quién tenía la osadía de hacer música decente pero poco a poco en los primeros años 90 fueron apareciendo bandas y discos en diferentes puntos del planeta que volvían a recuperar parte del tiempo perdido. La discográfica francesa independiente Musea, que me ayudó bastante con información y ediciones en los tiempos del fanzine “Lunar Suite”, tuvo un papel muy importante en la recuperación de esos pequeños oasis progresivos y apostó fuerte por darlos a conocer. Su labor fue clave en esos tiempos de transición y de gente valiente que contra viento y marea grababan su propia música en stocks muy limitados pero suficientes para que no se apagase definitivamente la vela.
Con “A Journey to Inside” y con algunos cambios de formación, los noruegos Kerrs Pink se suben al carro de ese momento crucial. De hecho, la versión vinilo es un doble disco con 20 temas. 18 en el Cd. 80 mtos de música, la cual también mejora sustancialmente en sonido respecto a los dos trabajos de 12 años atrás. Siguen con la fórmula de cierto folk rock con tonadas escandinavas pero también la composición tiene posiblemente más cuerpo orquestal que antaño y un renovado diseño melódico. Ahora cantan en inglés con la evidente intención de ampliar fronteras lo cual no supone ningún problema y las voces cumplen bien su cometido. Tampoco olvidan su estilo calmoso y los bonitos fraseos descriptivos, a veces con esos ecos psicodélicos de inofensivas melodías hippiosas de antaño ya que su música carece casi por completo de agresividad y para algunos, los más aguerridos, me consta que será una invitación para dormir. Es cierto que a veces rozan la candidez de una plácida siesta de verano, pero si el pepino no amarga se come con placer y esto es lo que plantea el estilo ensoñador de esta banda. Mucha acústica de 12 cuerdas, flautas, tin whistle y la clara y límpida guitarra solista de Harald Lytomt más los teclados de colchones orquestales tienden a apaciguarlo todo dentro de una sencillez perfectamente equilibrada y transparente.
Es un disco qué al estar exento de vértigos y cambios bruscos, se haga quizás un poco largo. También ocurre a veces con Camel en los discos de esa época como “Dust & Dreams”. En música “no molestar demasiado” tiene sus ventajas y desventajas dependiendo del carácter tranquilo o no de las personas. Como todo es relativo. En general es un trabajo muy agradable en cortos pasajes y canciones que se van sucediendo unas a otras con interludios instrumentales. La bonita “Rubicon” llega a los 10 mtos siendo el corte más largo del programa. Haciendo un repaso hay en general en el disco bastante actitud folkie y cuando la rítmica se anima o se acelera es siempre dentro de unos cauces muy comedidos. Para amantes de la placidez sonora.
Alberto Torró
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