Ponemos fin a estos señores suecos con su último trabajo de 2017 y también pensando en los diabéticos y en la repostería industrial con exceso de grasas saturadas.
Los seres humanos salvo los políticos, los neoliberales, los estados patrioteros o los ideólogos y demás maldades, tenemos sentimientos y algunos hasta sensibilidad y diferentes fases en la vida que a veces duran minutos y otras, años. Las contradicciones en los individuos son habituales y hasta necesarias. Una cabeza inamovible es insoportable y yo he tenido épocas más jóvenes con rasgos de intolerancia musical y odios patológicos hacia otras expresiones artísticas que me resultaban repelentes. Afortunadamente con los años te haces “sabio” y ves que el mundo no termina en la punta de tus narices. Te haces fiel hacia esa actitud mágica que se llama “indiferencia” y no injerencia en asuntos que te son ajenos. No entrometerse, en una palabra. Pero esto también lleva una importante actitud de respeto hacia lo que no compartes. No hay nada más estúpido en la mente del ser humano que creerse la verdad absoluta de las cosas y la generalización negativa de las mismas. No hablo de empatizar porque eso es casi siempre una actitud de falsedad, sino de dejar en paz al mundo y a cada uno de nosotros. El mundo es lo que es y nadie puede hacer nada por cambiarlo. Pero sí que puede uno cambiarse a sí mismo. El amor-odio con ciertas músicas es algo más habitual de lo que la gente cree. Suele ocurrir conforme más música escuchas. Lo que en un momento resulta maravilloso en otras puede ser agotador dependiendo casi siempre del estado anímico en el que te encuentres. La bipolaridad musical es algo completamente normal afín a la inconsistencia del ser humano.
Brother Ape es un grupo para momentos de escasa profundidad que es habitualmente donde reside la alegría natural. La alegría natural es un don preciado que ocupa escasísimos momentos en nuestras vidas. Diría más, incluso rarísimos. Casi siempre nuestra actitud hacia la gente es de una felicidad forzada y antinatural que se mide por el grado de educación y cinismo de cada uno. Pero hay músicas que te liberan de eso: lo que yo denomino encantador que es precisamente esa alegría natural. Es como una bebida agradable una sabrosa comida, un buen polvo sin prejuicios o una situación desternillante y absurda que te provoca la risa hasta llorar. Todo lo que nos hace reír es bueno salvo los que se ríen por crueldad que son demasiados desgraciadamente.
“Karma” tiene momentos para que la música sea una digestión ligera. Aun en sus temas más cañeros hay espacio para el bienestar gracias a su forma de cantar y de acertar “ese punto” en la guitarra solista y en esa “decoración” sonora del resto de la instrumentación. Como casi siempre las ocho canciones que lo componen están perfectamente estructuradas en no alargarse demasiado. Buscan el efecto directo. No existe la introspección, sino tener el sonido que llene la habitación y que el ambiente sea agradable a la vez que dinámico. No te exigen una profunda atención. No es una música para “investigar” detalles. El efecto es global. Habrá momentos que no te apetezca escucharlos porque pertenecen al mundo prog de la superficialidad y en otros, y si en ese día te has levantado con buen humor, cumplirán su función sencilla de alegrarte y dependerá de la personalidad que nos haya poseído esa mañana. Que no siempre es la misma.
Alberto Torró
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