Esta época de los Flowers no la seguí en su momento porque me parecía que ya no podía tomármelos muy en serio. No empecé el siglo XXI muy entusiasmado con el tema progresivo y la música rock en general. Llegó todo a ser incluso cargante.
Época de tremendas contradicciones y mal rollo laboral donde el escepticismo y el desengaño ya habían hecho casi todo el trabajo. Pero me di cuenta que tomarse la vida en serio era la mayor gilipollez que podía hacer el ser humano. Ese es el mayor descubrimiento que un individuo tiene: vivimos un fraude de dimensiones cósmicas. Una mentira absoluta. Recuerdo que hacíamos bromas con Rick Wakeman que sacaba un disco a la semana a cual más aburrido. Emerson ponía bandas sonoras muy malas a películas horribles y el neo prog hacía aguas por todos sitios con contadísimas excepciones positivas. Para colmo el metal progresivo. Todo cuero negro sobre negro ya se había comido casi todo el terreno siendo una tendencia imparable. Por consiguiente y sin acritud, las revisiones de los discos de Roine y cía las hice muchos años después de llenarme el cerebro con música clásica del siglo XX en su periodo modernista.
En el 2000 Roine Stolt ya estaba en el proyecto paralelo Transatlantic con Neal Morse, Pete Trewavas y Mike Portnoy. Un progresivo altamente tecnificado para colmo altamente ruidoso y confuso, pretencioso y está mal que yo lo diga precisamente que soy la grandilocuencia desatada (más con cervezas). Vamos a acojonar al personal debieron pensar. Una cosa que me causo cierta sorpresa es la brutal acogida de críticas positivas que tuvo esta superbanda. Todo eran cuatro y cinco estrellas y elogios enormes como si de repente el santo grial y el espíritu santo hubiesen dado con la fórmula magistral de rock sinfónico. Naturalmente escuché todos sus discos y los tuve en mi estantería. La verdad que esto no me había pasado nunca con una banda progresiva, pero a pesar del nivel elevado de sus integrantes, las complejas composiciones, los arrasadores pasajes instrumentales y variadas melodías, su escucha no me dijo nada en absoluto. Me dejó frío como el hielo. Alguna bonita balada de Morse destacaba en sensatez, pero a las largas composiciones no les vi la gracia. Todo me parecía pesado y confuso. Como tocado por máquinas sin alma. Todo recargado y sobre todo muy ruidoso. Igual soy yo el único que está equivocado pero la música me parecía más un entrenamiento de marines, un desembarco en Normandía y un follón de cojones. Música perfectamente tocada, pero sin un atisbo de emoción ni feeling. Debían pensarse que a los amantes del estilo nos gusta el lio padre y cuantos más ingredientes de circo mejor. Error fatal.
“Rainmaker” salió a la vez que el segundo CD de Transatlantic. Roine parecía un convulso adicto al trabajo y sacaba temas hasta debajo de la cama. Si un grupo normal de prog rock saca discos a una razonable distancia de tiempo, los Flower componían suites y canciones como churros. Algo no cuadra o la mente del músico es inagotable. El disco comienza con cántico de indio americano para decirnos que son los últimos minutos en la tierra. El comienzo es potente y casi rozando el metal. La melodía pretende cierto lirismo pero queda eclipsado por la dureza del tema y su riff. Algunas variaciones aciertan en ser un contraste necesario pero hay más decibelios que de costumbre en la música de los reyes floridos. Luce la guitarra solista como siempre pero algo insípido recorre la mente del que escucha y el inevitable sentimiento de estar escuchando fragmentos inconexos de música al modo corta pega. Se van alternando canciones más cortas a modo balada con pasajes más desarrollados. No está mal en absoluto pero noto mayor falta de inspiración que en discos anteriores. Se dice vulgarmente que es mejor calidad que cantidad.
En “Camino al Santuario” nos vamos a los 13 mtos y agradezco que Bodin juguetee alegremente con los teclados. La pieza es bastante mejor que las anteriores, tiene cambios atractivos y pasajes interesantes, pero se han rockerizado descaradamente imitando a los Tull más duros y algún ramalazo zeppelinesco en la salsa para que pique más. Papi Zappa anda por ahí en ocasiones y el resto son añadidos de influencias diversas. El hacedor de lluvias trae también tormentas, pero quedan de fondo para que los teclados dialoguen un rato dentro de una atmósfera clasicista llevada por el redoble creciente de la caja y algunos lamentos de guitarra.
En “la ciudad de los ángeles” volvemos al estilo alegre de sus primeros discos y yo lo agradezco mucho porque la cosa mejora conforme los 12 mtos de esta pieza evolucionan. De momento me parece la mejor del disco de lejos. “Elaine” es una tierna balada amorosa con acústicas genesianas realmente hermosa con mellotrón al fondo y dobles voces con bajo sin trastes y un poco de saxo de Ulf Wallander hacia el final para canterburizar el asunto. Maja pieza. “A través de los muros” es una génesis-style song pero poniendo a Fripp de fondo. No dice gran cosa, pero al menos no disgusta.
“La espada de dios” con su ampuloso título es un hard rock descarado fuera de la línea prog. En Deep Purple que es mi banda favorita de hard de todos los tiempos, habría estado perfecto, pero no sé qué pinta en un disco de los marifloris. Es como tocar una serie de canciones de estilos antagónicos y meterlos en un álbum para contentar a todos y eso siempre ha sido imposible. Pongo ejemplos: ver a sinfo progres y a heavy metaleros junticos en un concierto de Dream Theater es una bomba de relojería. Ambos se parecen en que beben muchísima cerveza y comparten porros. Durísimos para el sinfónico pero unos babosos para los heavys. Acojonante. Opeth, otros que unas veces te relajan con acústicas y voz agradable y otras te aplastan con una bota de acero afilado y guturales insufribles, con el tiempo se refinaron bastante y los tipos son buenos músicos pero la cabra tarde o temprano tira al monte del trallazo y la dureza inmisericorde. Ese es el problema del metal prog. Siempre entre dos aguas y cabreando a unos y a otros.
Siguen un par de cortos instrumentales uno hackiano y el otro un vivaz y alegre paseo teclístico que es una miniatura de un minuto. La pieza final de 9 mtos se llama “serios soñadores” algo hippiosa pero bonita y dulzona en su estribillo a los América, una banda que siempre ha estado entre mis cursilerías favoritas. Este disco de los Flower es considerado por los fans como el más flojo. A mí no me disgusta lo más mínimo a pesar de ciertos altibajos.
Alberto Torró
Temas
1Last Minute On Earth11:50
2World Without A Heart4:29
3Road To Sanctuary13:50
4The Rainmaker6:02
5City Of Angels12:04
6Elaine4:55
7Thru The Walls4:31
8Sword Of God6:00
9Blessing Of A Smile3:12
10Red Alert1:10
11Serious Dreamers8:59
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