Existe en el imaginario popular una historia siniestra que fue sin embargo completamente cierta. En el siglo XIX la posibilidad de ser enterrado vivo era bastante real. El miedo a la catalepsia entre otras posibilidades naturales aterrorizaba conforme se acercaba uno a la vejez. La medicina, hasta bien entrado el siglo XX no certificaba con toda seguridad que uno había palmado. Se dejaba al finado velándose durante unos días con el consiguiente susto si el fiambre se levantaba y pedía agua. En caso contrario la peste a muerto invadía la estancia de las familias burguesas y ya era un signo de que había que tirar el pescado. Con los de clase baja que eran la gran mayoría, había menos consideración y con los muertos en guerra ninguna. Al hoyo y que dios te ampare. Cuantos habrán despertado en el hoyo o en la caja es incierto, pero me temo que muchos. Ningún tiempo pasado fue mejor para nadie a pesar de que ahora nos quejemos de todo. Mi abuelo materno que se fue con 100 años cumplidos y fue un cachondo, quería que lo enterrasen con pico y pala pero dentro del ataúd por si las moscas tenía que hacer un túnel. El caso de ser enterrado en nicho pidió un martillo que de poco le habría servido. En la Inglaterra victoriana se puso de moda colocar una campana exterior y una cadena que conectase con el ataúd para avisar al vigilante del cementerio. Como estos en la mayoría de las veces iban borrachos porque ese trabajo lo pide, el concierto de campana en el cementerio podía ser entretenido hasta que dejaba de sonar.
Esta es la temática del cuarto y último disco del dúo ruso. La morbosidad poética está servida. La portada como siempre es preciosa pero podían haber incluido la manita del finado dándole al tubular bells completamente cabreado cosa que me habría emocionado sobremanera por su profundidad estética.
“The Bell” efectivamente enlaza con esa estética victoriana y quizás con la moda espiritista que invadió esa época. Hace unos días vi la película Kardec en Netflix que habla de ese tema y como se tomó tan en serio la existencia de espíritus incluso en círculos próximos a la comunidad científica lo que hoy día resulta delirante. A los curas no les gustaba el tema espiritista al que asociaban con el diablo. Entre unos y otros la ridiculez humana estaba servida. El propio grupo cita al compositor Schubert como influencia en una especie de ciclo de canciones al modo romanticismo. La crueldad del mundo. Es de agradecer que algunos músicos contemporáneos se preocupen por temáticas cultas, por el pensamiento “antiguo” alejado de la mentalidad idiota de las “artes” actuales. Es esquizofrénico asistir a la vulgaridad choni de hoy día y encontrarte gente que realiza música fuera de tiempo y lugar. Iamthemorning es una excepción en todos los sentidos. A veces pienso en montar un grupo progresivo basado en el art nouveau o en el modernismo de Gaudí. Es tan decadente y tan fascinante que me produce una perversa alegría. Música modernista imaginaria creada con instrumentos actuales. Continuar con lo que se quedó en Poulenc, Ravel, Delius, Sibelius o Stravinsky…que maravilla!!!
De los cuatro discos en estudio de Iamthemorning este es el mejor, el más maduro, el más extraño, el más trabajado…el más bonito. Es un prog nuevo, fresco como la mañana que ellos mismos proclaman. Recuerdo el “Hounds of Love” de Kate Bush. Su mejor disco si tengo que hacer un balance. No es que me lo recuerde musicalmente, pero intuyo algo parecido en su estética. Es una percepción personal. Tan solo eso. Las diez canciones de “The Bell” tienen títulos delicados, sugestivos, líricos, poéticos. Para alguien que odia la poesía como yo, resulta chocante. Esa bipolaridad de amor-odio hacia cosas que queremos y a la vez odiamos. Recuerdo la reacción de un amigo mío con el adagietto de la quinta de Mahler: “…quítalo es horroroso!!!”… llevaba lágrimas en los ojos. Creo que se entiende lo que quiero decir. Cuando la música “duele” algo se remueve en nuestro interior. No es necesario ni siquiera que haga un comentario canción a canción. Solo os diré una cosa: precioso. La respuesta ante la música solo está en la mente de cada uno.
Alberto Torró
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