Al igual que el conde Drácula despierta cada muchos años también algún que otro progresivo veterano hace lo propio varias décadas después de retiros o bien forzados por las circunstancias o por cualquier otra razón obsoleta.
El caso es que el que hace música por el motivo que sea, siempre lleva consigo esa contagiosa enfermedad del “eterno retorno”. No os sorprendáis si os digo que mucha gente piensa que la música como concepto es “cosa de juventud”. No os ha pasado a alguno el hecho de encontrarte con viejos amigos o familiares que con candor e ignorancia supina siempre te preguntan eso de: “¿pero con lo mayor que eres aun sigues tocando y estás con la música?”… Aunque lo más terrible es cuando te dicen: “¿pero sentarás algún día la cabeza?”. Casi nadie dice qué a la gran mayoría de la sociedad mundial, el arte en general le importa un pepino. El 90 % por decir una estimación incluso generosa, opina que la música es un “capricho” o cosa de “críos” En esto incluyo a la música clásica no solo al rock. No os engañéis que es así. Curiosamente todo el mundo dice que le gusta la música. Mentira. Es un mundo en el que desgraciadamente no hay término medio: si entras en ella es para siempre en caso contrario es imposible comprenderlo. El problema es que muy pocos entran de verdad. El privilegiado debe saber que es un camino que el resto de su vida va a tener que recorrer en solitario. Hablo de la música de “verdad” naturalmente, no de las toneladas de mierda o modas de las convenciones y relaciones sociales cotidianas de la frivolidad y la superficialidad. Creo que me he explicado y si no es así lo siento.
Cuando un viejo músico regresa lo hace por convicción o por amor a lo que le gusta salvo que por el motivo que sea siempre haya sido un negocio “esclavo” y en realidad sea su medio de vida. Cuando una actividad que te gusta se convierte en trabajo remunerado, se acabó todo. Evidentemente no voy a negar que muchos en esa peculiar década de los 70´s se hicieron millonarios haciendo buena música. Es cierto, pero es una excepción histórica. Happy The Man nunca fueron en limusinas ni aviones privados al igual que la inmensa mayoría de músicos a los que les gusta lo que hacen y lo hacen por pasión. Si en 2004 vuelven al estudio y graban un hermoso disco como “la musa despierta” es porque esa “enfermedad” de la que hablaba al principio es como la necesidad de sangre del vampiro. El verdadero artista solo espera agradarse así mismo. Si en ello está equivocado eso es otra cuestión que queda en los gustos externos y eso para un músico de verdad es irrelevante. Por este motivo Frank Wyatt, Rick Kennell y Stanley Whitaker más la nueva incorporación del teclista David Rosanthal y el baterista Joe Bergamini vuelven a la vida con 11 temas nuevos que poco o nada tienen que envidiar a sus antiguos y clásicos discos, es más, da incluso la sensación de estar escuchando un trabajo musical de los 70´s con la lógica mejora sonora de los tiempos.
Líneas de tempo complejas, estructuras de jazz fusión cruzadas con vanguardia sin olvidar la melodía y desarrollo instrumental apabullante. Música elegante de fina factura y suficiente interés. Muy bien. Así se hacen las cosas sin intentar complacer al insípido oído moderno y porque saben que hacen lo correcto.
AlbertoTorró
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