Acostumbrarse a la avalancha sonora de cada trabajo de esta monumental banda rusa lleva su tiempo y solo si eres un fanático absoluto del rock sinfónico y ya no digo solo progresivo, te llenarán plenamente.
Es preciso separar y yo, de vez en cuando lo hago, ambas vertientes. Hay muchos prog lovers que no soportan las influencias clásicas y épicas y esto ha pasado siempre. Cuando hablamos de rock sinfónico y a mi muchas veces lo de rock casi me sobra, determinamos un estilo concreto dentro de un estilo más generalizado. Esto os puede parecer una obviedad pero no siempre lo es. El meter en el “mismo paquete” a los clásicos del género y a los no tan clásicos es un error habitual. Las influencias de lo que llamamos genéricamente rock progresivo son muchas y hoy día ridículas porque cualquier cosa que no suene demasiado “lineal” te la endiñan como prog music y si no eres un poco “entendido” en la materia es muy fácil que te engañen. Reconozco que los límites no están siempre claros o definidos. Pero yo veo en la red y en muchas páginas y blogs que o bien son una ferretería, una amalgama indescifrable de estilos o un hipermercado donde todo está mezclado sin pudor o un mínimo de rigor orientativo además de las interminables etiquetas para confundir todavía más al personal. No voy a concretar demasiado pero incluso en las llamadas ferias de discos de las que muchos sois adictos veréis secciones que ponen “progresivo” que son un batiburrillo indigerible donde encuentras una mínima parte de lo que es cierto o mínimamente bien etiquetado como tal. Cada vertiente del “progresivo” debería estar separada por estilos y no es así. Supongo que por no complicarse la vida, pero generalmente también por desconocimiento o ignorancia y otras veces por odio declarado al estilo que suele ser lo normal. El que está detrás de un mostrador debe saber lo que vende y no meterme a la ELO con CAN o a Renaissance con Dream Theater, a Gong con Journey o a Santana con Genesis y no es broma lo que digo porque que lo he visto. En cuanto al prog “moderno” no me atrevo a decirle a un tío que le gustan Tool, Haken, Anathema o a su santidad Steven Wilson que escuche a Little Tragedies porque no va a entender nada.
Bueno yendo al tema que nos ocupa “The Cross” reafirma la línea ascendente de un grupo que ya está a una distancia de calidad dentro del progresivo sinfónico y recalco lo de sinfónico, con el resto de bandas coetáneas en esa línea. Es cierto que 2008 ya queda atrás, pero los de mi edad medimos hoy el tiempo muy diferente a los 70´s donde el cambio generacional fue muy rápido. Par una persona de 20 a 30 años la música de más de una década es vieja o pasada. Para mí es muy moderna claro. Diez años o incluso más de cambios musicales de ahora en el estilo prog equivalen a unos meses de mi época. Parece una locura, pero fue así. Fue muy rápido porque se hizo todo en poco más de 5 años y tuvieron la misma prisa en cargárselo incluso los mismos que lo crearon.
La pieza título ya es la primera carrera contra reloj escalas arriba y abajo entre teclados y guitarra y base rítmica demencial (8.34). Ni tiempo para respirar. El cantico-recitado no puede faltar con los textos poéticos que tanto les gustan. Pero hasta a mí me duelen los dedos imaginarios del desbarre de digitación entre las octavas de los teclados y la espectacularidad sonora que entra por los oídos. Una cruz para algunos sin duda. El desgrane acústico y baladístico de “Otoño” es como una tila y la bonita melodía atemporal nos reconcilia. Hay que dosificar potencia. En “Lagos” los sinfonismos son a modo de canción épica algo previsible que puede recordarnos a muchos grupos familiares de mediados de los 70´s. En “La antigua Abadia” los sonidos se fundamentan entre abarrocados y folklórico-eslavos con algún que otro toque renacentista. Casi demasiada voz, aunque pronto los espasmos instrumentales cogen de nuevo el vuelo y te montas en sintetizadores galopantes y desbocados. La base musical es completamente académica y rigurosa por muy loca que pueda parecer. Siglos de composición son interpretados y re-instalados de manera precisa y generosa. “Retrato de un hombre” puede recordarnos a música antigua española en su comienzo de guitarra trovadoresca mezclado con baladas afrancesadas algo demodés. Curioso y quizá algo kitsch pero resultón. Cualquier rockero odiaría esto y es comprensible. “Tanets” puede ser alguna melodía o danza popular eslava que me resulta tremendamente familiar, pero desconozco el porqué. La adaptación caprichosa me recuerda en algo a lo que hizo la Premiata con su tarantella “E Festa”. Aquí un grupo intentó hace años la revolucionaria idea de hacer una jota prog, pero alguien más sensato les desechó la idea.
A continuación, viene una suite de 19 mtos llamada “La voz del silencio” y aquí como era de esperar sacan toda la artillería en un viaje de sinfo-prog que me hace recordar una velada salvaje entre Wakeman, Emerson, Eddie Jobson, Jürgen Fritz o Rick van Der Linden entre otros, poseyendo a Gennady Ilyin en un complicado aquelarre teclístico que acojona. Si este ruso hubiese ejercido de teclista en los 70´s casi los habría barrido. El saxo como siempre ocurre en las pequeñas tragedias da su “toque” de originalidad al asunto, pero lejos de caer en cualquier estilo jazzificado. Es un saxo y lo vuelvo a decir, que ejerce una labor clásica en el sentido propio del término. La música tiene una riqueza de argumentos casi inagotable aunque para algunos pueda resultar excesivo. Perfecta pieza para odiar a los sinfónicos y todos sus excesos. Me encanta. Son como una carga de Cosacos, Tártaros o el propio ejército de Alexander Nevsky exterminando teutones (recomiendo la obra de Prokofiev al respecto). Termina la juerga con “Aguila” al igual que “Lagos” es en forma balada y la brevísima “Hipopótamo” en la misma línea, pero más enrevesada. Más de una hora de música de muy alta factura. Grandiosa. Yo os lo cuento y vosotros sacáis las conclusiones.
Alberto Torró
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