Visto el mal rollo de la pandemia en ciernes uno ya se ha quedado en casa a la espera de tiempos mejores. ¡¡¡El mundo ya parece Walking Dead!!! Y si ahora no lo consiguen los laboratorios se encargarán de perfeccionar en el futuro algo peor porque en organizar desastres somos únicos. De momento si salimos de esta podremos darnos por satisfechos hasta la próxima cagada.
Estamos en el cuarto engendro friki de esta banda experta en virus sonoros, sarpullidos que escuecen y dermatitis aguda. Que mejor música para acompañar una estancia en el hospital hechos una mierda. Como os dije al principio voy escuchando los discos de Roz Vitalis sobre la marcha. De esto se desprende que quizás con más escuchas pueda cambiar ciertos argumentos para bien o para mal, pero al menos la información inicial ahí queda y para el que quiera continuar con esta curiosa banda. Alguno puede pensar que en Rockliquias somos partidarios de “rebuscar” bandas peculiares y músicas poco conocidas. Es posible que de alguna forma forcemos una especie de “vuelta de tuerca” para ver quien habla de la banda más rarita. Puede ser. En mi caso y como vengo haciendo desde hace ya mucho tiempo con temáticas progresivas de diferentes países van apareciendo estas cosas. No es algo premeditado. Las veo y si me parece oportuno las comento. No hay más.
Catorce partes nada menos tiene esta grabación y una cantidad notable de ejercicio teclístico en una forma “musical” que parece no tener ningún sentido al igual que los anteriores. Para los amantes de la música anti-melódica y disonante que para mí es la perfecta definición del experimentalismo y la vanguardia es una opción clara. Para esos oídos que yo personalmente no comprendo. Si hay humor en lo extravagante es otra cosa. Pero soplar notas o poner cualquier acorde y encima tomárselo en serio es una burla. Puede ser también otra forma de darle la vuelta a la tortilla: ciertos momentos parecer ser ambiciosos, pero siempre a través de la aspereza y el malestar. La interpretación de “interesante” saldrá siempre de la boca del snob y el “entendido”. Esto ha pasado siempre en la música. Yo recuerdo salirme de un concierto del pianista de free jazz Cecil Taylor porque era realmente insoportable, sin embargo a un compañero que aquel día vino le pareció algo maravilloso y os puedo asegurar que no entendió nada. Es delirante ver a ciertos personajes. Como el que manda callar en un concierto clásico y en realidad está mirando el móvil o durmiendo. Volviendo al tema el ambiente del disco mantiene ese sonido de ritual extraño, de coros voces y criptas. Las intervenciones de instrumentos de viento: flauta dulce y flauta peruana me suenan desafinadas probablemente adrede y como un relato arcaico de música primitiva y tosca. Es muy probable que a los que os guste el kraut alemán de los comienzos y sus trazos anárquicos étnicos le encontréis jugo al asunto. Nada de refinamientos y mucho expresionismo abstracto.
“Estrés de ternura” es algo delirante y nada de ternura. La voz femenina del ala de desahuciados del psiquiátrico hace su numerito. No sabía que la ternura tenía estrés. Las partes de órgano eclesiástico se agradecen en “llorando” pero la flauta es terrible. Supongo que expresa el berrinche y la tristeza aunque no dé el tono en ningún momento. De alguna forma hay que expresar el suplicio supongo. Las piezas que se suceden son bastante similares y “Humilitas” con un saxo y otros “vientos” completamente fuera de tono nos prepara para la mortificación y para la oración diaria. Voces dolorosas en el sentido estricto de la palabra dejan mi espalda desnuda para darme a gusto de latigazos porque la experiencia sonora es una tortura con ganas de matar al compositor. En “Lovechoes” la cosa es menos lastimera pero también bizarra. El metalófono solista es casi lo más agradable de escuchar dentro de la pesadilla teclistica hasta que la cuchillada de la armónica vuelve a alterarnos los nervios. No me cabe la menor duda que este trabajo picará la curiosidad de alguno, pero en lo personal pone a prueba mi paciencia. Suerte.
Alberto Torró
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