No sé cómo estará el panorama del mundo mundial cuando leáis esta reseña, pero este agosto han sido días de esplendor en la imbecilidad anti covid – anti vacuna y de muchos ejemplos de champiñones terraplanistas que seguirán creciendo este otoño próximo al mismo nivel que la pandemia. De momento seguimos aconsejando músicas raritas que espero no les gusten a los paranoicos del 5G. Apañaos vamos de tanta mente privilegiada.
Los dos discos anteriores de Scherzoo suponían un esfuerzo añadido. Músicas más propias de “mentes frías” que de “calenturones líricos”. Tanto el Zeuhl, el rock en oposición o cualquier otra cosa avantgarde, no tienen nada que hacer en un oído “exclusivamente romántico”. Música más científica que emocional evidentemente. Sin embargo, en los tiempos en que vivimos deberíamos dejar un poco aparte la cuestión emocional y utilizar la parte analítica del cerebro. Malos tiempos para la lírica era una frase que se decía ya en los años 80´s. Ahora es mucho peor. En cualquier caso la música debe cumplir su tarea principal que es la evasión en cualquiera de sus vertientes.
En este volumen tres la receta es algo más benigna. No buscan tanto “molestar” como en los anteriores. Yo agradezco que la música no llegue a ser un incordio o un ataque agudo de gota por hiperuricemia sonora, pero reconozco que todos tenemos algún ramalazo sadomasoquista y nos gusta el prurito anal en algunos momentos musicales. El R.I.O es perfecto en estos casos y de alguna manera el zeuhl forma parte también de músicas que pretenden “molestar” en el lado bizarro de nuestros gustos. Cierto es también que si un paciente está jodido de la cabeza mejor que escuche una canción de cuna. El título inicial es una contradicción en si misma: “Experimentation Sentimentale” donde al parecer la progresión de acordes ya no produce tanta alergia. Me recuerda un poco al “Canterbury cómodo” saxo ciertamente más melódico y control de las disonancias incómodas tan habituales en estos estilos. Algo Soft Machine se intuye por ahí. Se agradece. Nos vamos a “Bossa Yakuza” otro título parapléjico mental y admitimos pulpo como animal de compañía. Se han ido al jazz menos abrasivo y eso está bien porque tampoco llegan a lo previsible en estos casos y logran mantener tu atención sin que tengas que imaginarte el siguiente paso. El piano eléctrico y los vientos se escuchan ahora con agrado entre una guitarra eléctrica que rubrica los fraseos. Suena más sensato. “La Menace” continua la línea hasta ahora sin sobresaltos. “Open Cluster” complica algo la cosa con ciertos arabescos étnicos pero no se van de madre. Sigue sonando a Canterbury la cosa con el inevitable perfume crimsoniano añadido. Nunca fue Crimson una mezcla antinatura con las delicias avantgarde de hecho las potenciaron y también nos permite comprobar la influencia ejercida por la mente de Fripp en las músicas psiquiátricas posmodernas. “Orient Express” más de lo mismo pero van enrareciendo el encanto del principio del disco. El ambiente fusión está más definido.
“Contagion” con sus 14 terroríficos minutos acumula un poco de todo. El desarrollo es algo insidioso a ratos, pero tiene sus momentos de animado contagio sonoro. “Prelude Engloute” es un ejercicio pianístico muy francés modernista que se relaciona bien con “Turbulence” hacia posiciones más clásico contemporáneas. Termina la velada con “Dissonata” un bonito ejercicio de piano-jazz-bass con arreglos cellísticos que deja un buen final y ya muy alejado de las iniciales cacofonías discográficas.
Alberto Torró
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