Hoy traemos el único disco de un....escultor! Pero no un escultor cualquiera. El franco-húngaro Nicolas Schöffer está considerado el padre del arte cibernético. Sus esculturas dinámicas autómatas funcionaban mediante un sistema de sensores, que reaccionaban a los movimientos del espectador. Una nueva forma de interactividad en el arte había nacido. Una idea original de los cubo-futuristas y solidificada por el Constructivismo ruso. Alcanzar una cuarta dimensión mediante el tiempo y el movimiento.
La primera escultura cibernética de Schöffer fue el CYSP1 (1956), y está considerada la primera en su género en la Historia del Arte. Se presentó en una actuación con la compañía de danza de Maurice Bejart, (el de "Messe Pour Le Temps Present", con Pierre Henry). CYSP1 interactuaba con los bailarines en el techo de la Cité Radieuse (creada por Le Corbusier). Ésta performance contó además con la música concreta del citado Pierre Henry. "Hommage Á Bartok" no es que tenga mucha similitud con el también húngaro, compositor contemporáneo. Schöffer exprime un órgano (o ésa es mi apreciación), y se desenvuelve en momentos experimentales. Todo lo electrónicamente posible. Y para mi sorpresa, lo consigue. Puede que ésta música de su creación, fuera pensada y utilizada para sus exposiciones de "esculto-bots", con toda probabilidad. Y éso conecta con el espíritu primigenio del kraut, el cual comenzó en galerías de arte.
El comienzo con "Chronosonor 1-2" (10'12) me interesa más en sus sonidos imperceptibles y fugaces, que en su línea visible claramente, - o así me lo parece-, improvisada. Conecta con Terry Riley o LaMonte Young, y hasta podría incluirse en el movimiento Fluxus. Minimalismo en prototipo que adquiere interés según se desarrolla. "Chronosonor 3" (9'53) sigue la misma línea, aunque ahora juega también con las tonalidades, rajando, distorsionando y modulando ondas y tonos cual esculturas sonoras desde los Laboratorios Philips de Hungría. La impresión resultante es añeja, mucho más antigua que de 1979. En cualquier caso, resulta altamente retro-futurista y acorde con el objetivo escultórico del autor.
En la cara B continúa el "Chronosonor 4-5" (11'30), con ataques de "fuzz electrónico" perfectos como fondo de lectura de una novela de Philip K. Dick o Isaac Asimov, ("I Robot" sería la propuesta adecuada en éste caso). Música abstracta, sin concesiones, dura y difícil (o no, dependiendo de tu nivel de aceptación hacia éstas artes), pero con inspiración de tiempo y espacio muy concreto. No encontrarás una copia barata de éste álbum, a no ser que tengas un golpe de suerte. Alberga un interés histórico, por tratarse de semejante figura en el arte. Cómo hubiera sonado un disco electrónico hecho por Gaudí? Quizá similar? Nunca vulgar o previsible. Como en este caso. Finaliza con "Percussonor 1-2" (8"48) y la improvisación se lleva a extremos que rozan la locura Dadá. Duchamp estaría encantado. Y yo también. El objetivo del arte en cualquiera de sus manifestaciones debe ser la reacción / pensamiento del observador-oyente.
Unos lo veneraran, y otros querrán asesinarlo. Todo es válido. Y Schöffer consiguió su propósito.
JJ IGLESIAS