Volvemos al mundo de las ediciones privadas, con ésa portada que lo dice todo. Aunque he visto arte así en productos multinacionales. En casos como éste, lo que importa (realmente siempre) debería ser su contenido.
Nos vamos al área de Carthage en Springfield, Missouri. Sí, como si fueran vecinos de los Simpson. Cómo éste cuarteto pretendían ser rock stars desde allí, es algo que dejo a la reflexión. Un sueño inalcanzable, pero que no entra en los planes ilusionantes de unos jóvenes músicos con ganas de comerse el mundo. Terry Norwood y Randy Kell eran el bajo y batería respectivos. John Harrison y Ray Herriman los guitarras. Todos cantaban. Sus múltiples influencias se vieron plasmadas en un sorprendente álbum autofinanciado, allá por el tardío 1980. Cruce de caminos de varios estilos y tendencias.
En primer lugar, nos encontramos con hambrientas y feroces guitarras en "Comin' Home", con la urgencia casi salvaje de unos MC5.Claramente grabado en directo en el estudio (o un pajar), esto suena de un primitivismo asalvajizado que es puro rock'n'roll. Que en esa misma década, millonarios grupos angelinos se gastaran cientos de miles de dólares para producir fríos y patéticos discos, dice mucho de la verdadera esencia del rock. Ésta música surge espontánea de la necesidad.
"3.2" lanza a la cara más riffs detroitianos con rabia garagera, pero esto es hard psych con chulería y actitud. Que deja a los punks del 77 como monaguillos. Aunque casi podrías llamar "punk" a éste corte. La esencia está ahí. Se van por vericuetos southern en "Keep on Believin", que para eso tienen héroes-forajidos del Oeste, en la historia local de su pueblo. Con ése romanticismo rural y naif irresistible......con producción megapasta esto sería un temarraco de Eddie Money. Semi balada a medio tiempo, como ésas que luego hicieron Poison con medios infinitos. Stagefright demuestran que lo de los medios ayuda, pero que no es indispensable para sonar de verdad.
En ésa misma línea continúa "Keep on Runnin", con casi 6 mts de brisa sureña dylaniana. Como unos primeros Dire Straits del profundo Missouri. Realmente suenan a pub rock a la americana. Con finisimas guitarras y ése sentido de poesía urbana, de loser rock'n'roller, que te atrapa como lo hacía Bob Seger, Phil Lynott, Terry Reid o Frankie Miller. Mucha canción hay aquí. De un comienzo de disco asalvajizado, han madurado a cada canción.
"Starchild" sigue por bellísimos pasajes entre la balada jazz y el romántico songwriter, con una precisa textura guitarristica y plena armonía de grupo. En un apasionante rol de crooner rock. Vuelta al (imposible de conseguir) vinilo (150 - 200 €), y "Notice Me " vuelve al macarrismo punkero. La verdad es que ambas facetas se les dan muy bien. Como ejercer su "ruralidad" en ése "Ozark Mountains"con la armónica invitada de Sam Greer. Igual podrian ser los Daredevils del título, que la Atlanta Rhythm Section o Lynyrd Skynyrd. Gustan del southern rock como medio melancólico de expresión. Que para hacer el redneck ya se tiran al hard-garage-punk con desenfreno kamikaze. Sirva otro ejemplo con "Put your good foot out", en el que cruzan early Dr. Feelgood con Deviants/Pink Fairies. O "I'm So Ashamed (Baby)", en otros seis minutos de carga boogie entre Status Quo y Angel City. Hard power pop que Cheap Trick firmaría sin rechistar.
Por último "D-Day" entra como un tema de Molly Hatchet, sigue como Neil Young, Damned y Dedringer (!?). Bizarre mezcolanza que hace de Stagefright los inventores del "southern-punk-NWOBHM"! Y milagrosamente, funciona.
J.J. IGLESIAS