La historia musical que une a las dos piedras base de los Blue Öyster Cult, Donald Roeser y Albert Bouchard, se remonta a su etapa en el colegio cuando sólo eran unos adolescentes. Juntos dieron vida a unos primerizos The Disciples y a los posteriores Travesty, al igual que también decidieron abandonar sus estudios para dedicarse de lleno a la música a la vez. Durante un tiempo, en plena década de los 60, sus caminos se distanciaron y cada uno estuvo picando de aquí y de allí sin concretar ningún proyecto claro o que tuviera una relevancia capital para su futuro.
Pero será en 1969 el momento crucial para estos músicos ya que, tras la unión de Eric Bloom, los nuevos Stalk Forrest Group parecían empezar a labrarse un camino algo florido en la escena. Tanto fue la cosa, que los mismísimos jefes de Elektra confiaron en el sonido que presentaba la agrupación y les dieron una oportunidad en sus estudios. Poco tiempo después nacerían Blue Öyster Cult con su formación definitiva, es decir, un quinteto rockero completado por Allen Lanier y Joe Bouchard. Una propuesta sonora que había decidido variar en cierta forma las directrices a seguir, pasando así de una psicodelia acentuada a los ritmos más directos de un rock con fuerza y desparpajo que desentonaba en gran medida con los ritmos soft playeros.
En aquellos años los miembros del conjunto cambiaron de indumentaria, buscaron nuevos horizontes y empezaron a dejarse ver por los bares de moteros, visitados muchos ellos por los mismísimos Hells Angels. Aunque para entender las miras visionarias que parecía tener el grupo hay que hablar de una figura esencial, un personaje misterioso llamado Sandy Pearlman. Su nombre es actualmente reconocido gracias a sus labores de producción con gente como The Dictators, The Clash o Dream Syndicate, pero en aquellos principios de los 70 Sandy se centró en ser la mano oculta y salvadora de una banda que, sin saberlo todavía, terminarían marcando sus iniciales en la historia del movimiento. Pearlman ejerció tanto de productor como de manager, al igual que aportó su creatividad para dar vida algunas de las canciones más emblemáticas del combo. De hecho, dos de las composiciones más destacadas del álbum, “Transmaniacon MC” y “Cities On Flame With Rock & Roll”, las escribió él junto a Donald y a Albert.
Esto, junto con la gran aportación de otro fundamental como era Richard Meltzer, transformaron el debut de los B.Ö.C. en una auténtica revelación para todos los fervientes seguidores del iniciático hard rock setentas. El mismo Donald “Buck Dharma” Roeser diría años después que Blue Öyster Cult, el elepé, siempre se mantendría frente al paso de los años como muestra de lo que la banda podría llegar a ser –y llegó, sin lugar a dudas–. Y es que las diez canciones que contiene dicho pistoletazo de salida discográfico no tienen desperdicio, una unión perfecta de todo lo que el amante de la música de aquellos días puede desear. Una ruta por lo más duro y agresivo de la América salvaje, una banda sonora que hubiera pegado igual de bien al largometraje Easy Rider como el “Born To Be Wild” de los Steppenwolf. Las canciones con gancho y cierta rabia que salían de la boca de Eric Bloom, eran adornadas con descaro por unos riffs heroicos y exultantes de un “Buck Dharma” en estado de gracia.
De esta forma llegamos a encontrarnos con distintas instantáneas que retratan a la perfección la evolución que estaban intentando conseguir los miembros del grupo. Desde su principio escalofriante con ese relato sobre los sucesos acaecidos en Altamont llamado “Trasmaniacon MC” (“Pure nectar of antipathy / Behind that stage at dawn / To those who would resing their souls / To Trasmaniacon MC”) hasta un “Redeemed” que se acercaba sin miedo al sonido del pantano, pasando por un seudo blues titulado “Then Came The Last Days Of May” con grandes influencias del sonido británico, la emocionante “Stairway To The Stars” o el himno rockero “Cities On Flame With Rock & Roll”. En resumidas cuentas, la huella dactilar en formato vinilo que les identificaría desde ese mismo momento hasta nuestros días. Y es que los B.Ö.C. jamás renegarán de apoyar su arte en diferentes influencias... Y así les siguen saliendo esas maravillas discográficas.
por Sergio Guillén
sguillenbarrantes.wordpress.com