¿Por qué iba a ser Presence, el álbum más extraño asociado a numerosos detalles de carácter nefasto que se sucedieron en el plano personal de la banda pocos meses después de las exitosas resacas de los shows de los británicos acontecidos en el Earls Court de Londres, durante la fase final del mes de Mayo del año 1975? ¿Por qué Jimmy Page huyó de la incorporación de guitarras acústicas y hurgo en fórmulas compositivas más añejas? ¿Por qué la originalidad de sus canciones cada vez estaban más distantes de la propiedad ajena?
Independientemente a que Robert Plant tuviese que ejecutar sus consecuentes líneas vocales en una silla de ruedas abordando largas e interminables sesiones, o de que la portada nos recuerda a una familia de turistas del madrileño Barrio Del Pilar, que en un bar de Cudillero se sorprenden de ver sobre la mesa la estimación de las dimensiones del falo penetrante de Pernell Whitaker, Presence no deja de ser un trabajo discográfico lleno entre otros factores de riqueza dórica en toda su complejidad.
Achilles Last Stand por ejemplo, siempre será recordado con sus dos acordes iniciales, el primero llevado a cabo en Mi Menor con una novena añadida y séptima nota en la segunda cuerda cuyo arpegio da paso a los pulls off que dan paso a un segundo acorde lleno de dificultad en Fa sostenido menor al que inclusive se le añade una nota Re, que dejan ver con toda claridad el por qué, en 1976 Presence tenía que caer por su propio peso el tránsito discográfico de Led Zeppelin, concretamente dentro de su séptimo álbum.
Entre Fas sostenidos y Mis menores y modos frigios va transitando una de las piezas insignia de este a priori The Object, que posteriormente fue rebautizado como Presence. No es preciso ser guitarrista y tener conocimientos del instrumento para entender un lenguaje fácil de discernir de la mazmorra de la inflexión.
Desde ciertas ilusiones rítmicas aplicadas por un Bonham cada vez más consecuente en la disciplina de la grabación, hasta el Pick Up de un John Paul Johnes impecable en el bajo... Presence alberga numerosos matices que surgen precisamente en un momento complicado dentro de previsibles problemas de inevitable evasión.
Era el momento de cerrar heridas hurgando en otras cicatrices añejas que a medio tempo en un preciso y atmosférico compás de cuatro, Te for One el tema que cierra un disco tan redondo como expresivo, que cuarenta y seis años después de su publicación, se imprime en la piel que auspicia apelativos tan socorridos como absurdos en el que campa a sus anchas el término: Raro. Y sí, raro sería que el peral de Antonin de casa de María la puerca de Sobrescobio, diese unas manzanas tan tersas como la piel del añorado actor Juanito Navarro... O raro resultaría predecir que se avecinan tiempos de boyante gloria para el redil de un planeta más simio que humano. Raro, es realmente no ser realista desde el sodomizado optimismo señorías, y sumarse al vertiginoso tren la alta velocidad de la inmediatez y su repulsiva y cleptómana forma de triturar inocencia.
Luis Arnaldo Álvarez (Baterista y Locutor profesional independiente)