Siento como que no le hemos dado suficiente atención a Can en ésta sección, (ya han aparecido, conste), aún a pesar de que se merecen toda. Hoy lo haremos con su único miembro fundador vivo, el teclista Irmin Schmidt.
Alumno de Cage, Boulez y Stockhausen. Colega de Terry Riley y Steve Reich en New York. Tras la separación de su banda, una de las más grandes que jamás dio Alemania, crea sus "Filmmusik" series. Cuatro, del 80 al 84. Son a veces, álbumes perdidos de Can. Como es el caso del "Vol. 2", donde encontramos a Rosko Gee (bajo), Jaki Liebezeit (batería) y Michael Karoli (guitarra), junto a los teclados de Irmin Schmidt. Ya había una buena tradición fílmica en ésta banda cuando estaban en activo. Así que no fue extraño la proliferación de su teclista en éste campo. Estaba todo más que dispuesto. El primer álbum de Schmidt ya fue el "Filmmusik Vol. 1", en 1980. Tras "Toy Planet" (1981), éste segundo volumen se abría con "Endstation Freiheit" (3'37) y sus mimetizados sintes entre una maraña sonora grupal de coeficiente altísimo. Es un sonido inconfundible. Las teclas pueden recordar a Ralf & Florian, pero esto es Can del derecho y del revés. Música "moderna" eterna. "Lurk" (2'24) posee tensión oscura y sombría, propia de la más siniestra contemporánea. Puede que ayude la trompeta alucinógena de Manfred Schoof, que podría pasar por un improbable Miles Davis pasado al kraut.... A veces estuvo cerca. La breve "Loony's Walk" (1'14) es otro pequeño lienzo surrealista, que destila mil maneras de improvisar.
Un acordeón barriobajero es partícipe de una sonoridad decadente, junto al flugehorn, en "Flāchenbrand" (2'17), quizá con un Schmidt más pendiente de su faceta compositiva que de su rol como músico. Su participación activa en música de teatro sale a flote en éstas miniaturas de irrealidad. "Decision" (3'50) vuelve al "trote espacial" característico en Can, con un bajo saltarín y guitarra precisa, bañada en funk.
La segunda cara es ocupada íntegramente por los 15 minutos de "Man on Fire". Aquí el violín de Egon Stegemoller sobrecoge en una manta de sentimientos dramáticos que abriga toda la pieza. La influencia contemporánea es palpable, cada pasaje se hace más oscuro que el anterior. Como un laberinto subterráneo de sombríos pasadizos de oscuridad impenetrable. Huele a una indescifrable maldad, que se cierne irremediablemente sobre el oyente. Schmidt juega con electrónica minimal y piano, invitándonos a una montaña rusa donde los sentimientos son modelados, modulados y maltratados.
Sin duda es una escucha desasosegante, que se disfruta en un oído receptivo. Preparado para éste tipo de experimentos psíquicos emocionales de retorcidas melodías. En todo momento, y en cualquier caso, regala belleza. No "esa" que todo el mundo espera. Por eso Irmin Schmidt es algo muy especial. Siempre en su "Matrix".
Una auténtica joya a rescatar. Animo a descubrir sus otros "Filmmusiks".
J.J. IGLESIAS