Mark Stein And The Pigeons, o lo que es lo mismo, Mark Stein, Tim Bogert, Vince Martell y Joey Brennan, poseían un elepé psicotrópico conocido como While The Whole World Was Eating Vanilla Fudge. Cuando toman las dos últimas palabras del título para nombrar a su futuro proyecto, otro cuarteto en el que mueven ficha contratando al explosivo baterista Carmine Appice en sustitución de Brennan, el caldero de ideas se transforma en un guiso psicodélico de enjundia.
Tras revisar éxitos de aquella década sesentera en decenas de institutos, pubes y variopintos bares, estos instrumentistas con más recursos que una navaja suiza toman canciones de The Supremes, Sonny Bono o The Beatles, entre otros, para extenderlas y reinventarlas en el apabullante álbum homónimo que les haría debutar en oficialidad. Cuando abandonan 1967 y se visten de 68, el productor Shadow Morton les mete en The Beat Goes On, un vinilo tan delirante como desafortunado. Pero esto no hunde el talento ahora herido de Vanilla Fudge, por lo que no permiten finalizar el año sin sacar a las tiendas Renaissance.
Esta obra magna aporta material propio con peso y sentido, como ese misterioso y de coros espectaculares “The Spell That Comes After” o la rítmica e hija de su tiempo “Paradise”. El baile que inspira “All In Your Mind” con su fondo tan pop ácido choca con una oda de dramatismo perfectamente tratado como es “The Sky Cried/When I Was A Boy”, donde Appice redobla incesante y estiliza un up tempo ocasional que marca alturas contrastado con la línea base.
Y para los que esperasen repasos a lo ya editado por otros, un reestructurado “Season Of The Witch” de Donovan encandila a la progresía, mientras que “The Look Of Love”, canción de Burt Bacharach y Hal David que sobresalía un año antes en el largo de James Bond Casino Royale gracias a la voz de Dusty Springfield, se mete en el bolsillo a los más melosos. Renacimiento conseguido.
por Sergio Guillén
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