En un fragmento de la novela It del escritor Stephem King, citaba: "A veces me entretengo pensando cuánto duraría si me decidiese a publicar parte de esas cosas que escribo a horas avanzadas de la noche. Si sacase a relucir los gatos encerrados que hay en los armarios de Derry."
Esto mismo le sucedía al compositor, escritor y poeta urbano Phil Lynott, de quien he escuchado habladurías llenas de ponderación procedentes tanto de quienes le acompañaron en travesías musicales (Chris Squiere de Yes uno de ellos) como de los que compartieron con el los pertinentes avatares en la cotidiana singladura de la vida.
En el mes de Marzo del año 1982, Lynnot y su banda Thin Lizzy llegan a España para presentar el álbum Renegade, llevándoles a actuar el diez de Marzo en el Pabellón del Real Madrid para afrontar un evento que a priori revestía escabrosas dificultades, dado que el guitarrista Scott Gorgham justo ese mismo día, sufrió una considerable gastroenteritis que le impidió salir al escenario en defensa de un Show que Thin Lizzy tuvieron que llevar a cabo en formato de trío, logrando meterse en el bolsillo a la escasa media entrada de aforo que presentaba el recinto madridista.
Durante aquellos fríos días en el inicio de un mes de Marzo cosido al calendario de un año realmente difícil en parcelas democráticas y sociales, y con las esperanzas económicas de un país que contrastaba su división socio-política, y que depositaba su esperanza en la fe de un ''alentador'' mundial de fútbol, que resultó ser el más bochornoso, sucio y deleznable de la historia del balompié, Lynnot y sus compañeros de banda, se desplazaron por diversos puntos de la ancha y deteriorada Castilla en su castigada cara leonesa para descubrir lugares próximos a la capital de una España desarmada, llegando a visitar lugares como el Madrigal De Las Altas Torres o inclusive la siempre acogedora Peñaranda De Bracamonte, un paraje que no dejaba de atisbar el futuro con ojos atentos de alentadora esperanza desentendida de fugitivos pendencieros y de visitantes de extraña palidez al ser observados de frente o de perfil.
Lynnot, Gorham, Snowy White y Brian Downey no se extrañaron ni se dejaron invadir abordados por la impresión del estado que mostraba el enclave que les auspició durante esa excursión que sobre los lomos de la entraña y la ya conocida desolación que los irlandeses portaban en sus mochilas. Aquel paseo que presumía de la intuición diferencial entre la España rural y el visitante de urbes de grisácea dicotomía, fue canjeada por la nobleza del pueblo salmantino que demostró ser como de costumbre, ejemplo de discreción y auspicio para las visitas tanto de gentes plurales... Como singulares, públicas o simplemente de unos rockeros avanzados procedentes del infierno irlandés.
El concierto de Madrid tuvo lugar el Martes diez de Marzo como citaba con anterioridad, con tres cuartos de entrada que pudieron disfrutar de unos teloneros infames (los Lookalikes) y del sobresaliente espectáculo ofrecido por Thin Lizzy a pesar del contratiempo sufrido por el guitarrista Scott Gorham.
Thin lizzy demostraron ser otra cosa diferente para el público de Madrid y ante los que acudieron desde otros puntos del país a la cita. Eran triunfadores en su propia tierra, pero sobre todo en el Reino Unido, debido a su personal práctica de un Rock que poseía comedida dureza y una original virtud de no caer en ninguno de los clichés propios del estilo, hasta hacer saltar las atribuciones estilísticas añicos. Contaban con un sonido muy definido, que renegaba del corte épico y que adoptaba notables influencias de la escena progresista acontecida en gran Bretaña desde finales años sesenta. Dato contrastando en su diversidad en interesantes composiciones infinitamente más intencionadas que gran parte de la bazofia que el personal del circuito unánime solía y suele premiar con su presencia hipermasiva. Su pasividad ante las convenciones, y su búsqueda de complejidades asimilables trasladadas a la noble sencillez produjo aquella noche en Madrid un respeto imponente.
En el año 1985 Phil Lynnot empujado por su adicción a la heroína partía hacia esa otra dimensión, dejando un legado que solo han aprovechado algunos discípulos del criterio.
Por mérito y derecho propio, a Lynnot se le dedicó una estatua en el centro de Dublín. A la inauguración del monumento asistieron representantes de todas las fuerzas políticas del país, incluida la extrema derecha. Phil Lynnot fue una persona que encauzó en la música su frustración por haber nacido distinto en un país en que ser diferente no estaba bien visto. Irlanda es conocida por su tradición católica, por su enfrentamiento secular con Gran Bretaña y por abanderar un espíritu nacionalista que es fácil de confundir con ciertas ideas xenófobas. Para un irlandés, no hay peor insulto que el ser confundido con un británico. Un irlandés no es un británico. Un irlandés es católico, mientras que el británico es protestante. Y ese matiz basta para diferenciar a ambas comunidades, por irrelevante que pueda os pueda parecer a quienes me leéis.
Phil Lynnot era hijo de una madre irlandesa de nombre Philomena y de un padre desconocido que, al parecer, fue un marinero que recaló en Irlanda en la década de los cincuenta y que abandonó a Philomena después de dejarla embarazada. Es decir, Phil Lynnot nunca conoció a su padre. Creció señalado como bastardo y como niño proclive a la burla, al escarnio y la agresión de los otros niños que tenían un papi para adiestrarles a repudiar aquello que no comulgase con la filosofía primate.
Los niños manipulados en el oficio de provocar vientos racheados carentes de fuerza cultural son el exponente más peligroso de la especie humana.
Phil Lynnot se convirtió en músico porque de otro modo no hubiese sobrevivido a los ambientes de pobreza y marginación que le rodearon desde su nacimiento en Dublín. Pero, con el paso de los años, Irlanda entera le respetó por su talento, y no por el color de su piel, inclusive a los líderes de la extrema derecha irlandesa les tuvo sin cuidado su raza porque, al fin y al cabo, Phil Lynnot había puesto a Irlanda en el mapa europeo mucho antes que U2, con más fuerza que Rory Gallagher y con mayor convicción que Van Morrison.
En aquellos años, la reina que intercambiaba placeres por quimeras en bancos, aceras, descampados o simplemente en el cruce de aceras no era más que la heroína. Una letal prostituta despojada de un traje de color verde, que segó millones de vidas en las urbes de todo el mundo, y que en la actualidad ha regresado para quedarse en los núcleos rurales menos insospechados a pesar de su despoblación, quizá por la ley transitoria de la transformación periódica.
De cualquier forma... Still In Love With You amigo Phil.
Luis Arnaldo Álvarez (Baterista y Locutor profesional independiente)