En 1975 Alice Cooper era otro hombre. Era él y no lo era. Por un lado, Furnier se quedaba por entero el nombre Alice Cooper para convertirlo en su marca de fábrica personal e intransferible, aquella que no se vería obligado a compartir con ningún grupo fijo de instrumentistas. Por el otro, el vocalista pegaba un salto cualitativo en lo que serían sus actuaciones sobre la tarima. Y todo gracias a un ambicioso LP titulado Welcome To My Nightmare. Steven, el personaje central de esta obra musical, se ve atrapado en una pesadilla llena de fobias y estereotipos terroríficos de la cultura pop adolescente. El peso que ofrecía dicho atrevimiento pedía a gritos una representación audiovisual, y un especial televisivo a la altura de las circunstancias dio carta blanca al genio del shock rock para mostrar sus adelantos. Sólo había pasado un mes desde la salida a las tiendas del vinilo y la cadena ABC ya estaba lista para ofrecer ese The Nightmare, showcase en el que, como en el redondo original, aparecía cual invitado el maestro del terror Vincent Price haciendo de “The Spirit Of The Nightmare”.
Sin embargo, un año después, y gracias a la filmación musical que poseía igual nombre que el primer redondo como solista de Alice Cooper, el público descubriría que el creador de las pesadillas de Steven podía ir mucho más allá de meras confrontaciones entre instrumentistas e improvisaciones por lo bizarro en escena. El creativo ya no volvería a dejar nada al azar, perdiendo así algo de brillo de naturalidad pero ganando en grandilocuencia visual. Seiscientos mil dólares se le fueron de las manos en el intento de recrear una alucinación sobre las tablas, y a fe que lo logró con creces. Desde el introductivo “The Awakening” hasta la despedida de “Department Of Youth”, The Coop usaba sus mejores estratagemas para dar vida a un teatrillo de lo onírico y lo diabólico, cargado de cine de serie B y demoledores efectos visuales. Sus conciertos eran tomados por arañas gigantes, bailarines con trajes de esqueleto, monstruos de lejanas galaxias, muñecas infantiles, espadas, chisteras y un gigante cajón en el que guardar o extraer a su antojo todos estos “juguetes”.
La grabación de estos espectáculos se realizó en varias noches continuas en las que Alice ofreció su nueva cara a los fans londinenses. Aquellas citas con su parroquia resultaron uno de sus mayores éxitos, algo que no se puede decir del filme dirigido por David Winters enmarcando para el séptimo arte este espectáculo de lo irreal. La película funcionó mal en las salas, pues no era lo mismo sentir la magia en directo que ver la pantomima de lo grabado con anterioridad (sobre todo en un 1976 en el que estaban recientes sus actuaciones oficiales). Con el tiempo ganó en peso, aunque aquellas tomas quedaron lastradas por una pésima cinta de sonido que terminó de afearse al pasarla con poco respeto al formato DVD. La restauración fue nula para un largo que la necesitaba. En cualquier caso, las tomas de “Department Of Youth” ya aparecían retocadas originariamente al haberles añadido unas escenas de primeros planos con chavales eufóricos acompañando al brujo Cooper. En puridad, hay que reconocer que esta grabación, todavía contando con sus pegas, es una de las filmaciones en directo más vibrantes de su época; sólo por ver los duelos a guitarrazos de Steve Hunter y Dick Wagner, los saltos entre la pantalla “milagrosa” y el escenario que se pegan Alice y su elenco de bailarines, el claqué que introduce “Some Folks” o el emocionante solo de batería final de Whitey Glan, ya puede dar por bien pagado su precio.
por Sergio Guillén