Para encontrar razones al crecimiento de un proyecto como The Whole World y a discos del calado de Joy Of A Toy o Shooting At The Moon, el lector debe mirar a junio de 1963. En aquel año, Kevin Ayers conforma junto a Hugh Hopper, Robert Wyatt, Richard Sinclair y Brian Hopper el combo The Wilde Flowers. En los siguientes seiscientos días la formación variaría de contenido, cambios que llegan a su culminación al entrar en contacto Ayers con Daevid Allen. Ambos deciden realizar un viaje a Ibiza en busca de inspiración, lugar del que vuelven para que el futuro de The Wilde Flowers se entrecruce con el nacimiento de nombres como The Soft Machine y Caravan.
Para finales de aquella década Kevin consigue quedarse con el puesto de honor de pionero en adentrarse en los nuevos caminos que ofrecía Harvest, sello dedicado a la música experimental perteneciente a la todopoderosa EMI. Allí, y apoyando sus desarrollos en las labores de los instrumentistas Robert Wyatt y David Bedford, Ayers se las arregla para sorprender con Joy Of A Toy (1969), al igual que tiende una mano de colaboración al Pink Floyd Syd Barrett para que le acompañe en el sencillo “Singing A Song In The Morning”. En estos hechos se esconde el lanzamiento de la banda The Whole World, ya que la primera barrera con la que se encuentra el vocal es la de no obtener refuerzo en sus posibles bolos británicos por falta de agrupación estable. El conjunto ha nacido.
Bedford se mantiene en las futuras correrías seguido de la mano de Lol Coxhill (saxofonista reputado), Mick Fincher y un joven Mike Oldfield, instrumentista que había llamado la atención de Ayers por su trabajo en el álbum Children Of The Sun de Sallyangie (proyecto musical que Mike tiene con su hermana Sally). Y con tan clara mezcla de ingenios no podía salir otra cosa que Shooting At The Moon, unión del jazz alocado y sin credos, el avant-garde, la reflexión francesa o los aciertos progresivos de art rock. Entre las curiosidades del elepé se encuentra el tema que titula la obra, composición que no es otra cosa que un tratado sonoro basado en las ideas que The Soft Machine habían impreso en 1967 sobre su Jet Propelled Photographs.
Las críticas ofrecieron los más variados puntos de vista, desde la aprobación rotunda a la duda de que el artefacto musical no fuese otra cosa que una burla del creciente género progresivo. Podría parecer que el grupo terminó fragmentándose en el verano de 1971 por culpa de la incomprensión de los medios, aunque la verdad se encuentra tras las luchas internas de personalidades creativas. Si a esto le sumamos la descontrolada afición al vino del factótum Kevin Ayers a la hora de salir con sus compañeros a la carretera, sin duda crea un caldo de cultivo ideal para constantes rifirrafes entre el quinteto. Aun así, Oldfield y Bedford –ya casi escudero del padre de la criatura–, aparecerían en los créditos de Whatevershebringswesing, seguramente el mejor trabajo de campo del genio.
por Sergio Guillén
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