No puedo creer que no hayamos traído por aquí todavía a Bernd Kistenmacher. Sí que hemos hablado de él, de pasada. Genuino berlinés de pura cepa al que le tocaron ya agrios tiempos para su estilo. Comenzó su carrera como sintetista en los primeros 80, y la industria estaba ya exprimiendo un tramposo limón llamado "New age". Que sólo vio buenos resultados en sus primeros años de existencia. El prólogo de Kistenmacher consistió en tres cassette-albums entre el 84 y 86. Y ése año vio su debut oficial, "Head-Visions", como prensaje privado. Desde entonces, más de 15 discos y colaboraciones variadas, destacando las que hizo con Harald Grosskopf.
Muy propio, si se tiene en cuenta su familiaridad estilística con Klaus Schulze. Y con ésa misma "floating music" se inicia "Rücksturz" (24'30) ocupando toda la primera cara. Se advierte enseguida una preocupación melódica introspectiva. Atmósfera cuasi-religiosa-monacal desde un planeta perdido. Paisajes imaginarios de desolación y abandono, tras un estúpido apocalipsis. Poco después del minuto 5" procede a secuenciar en varios tonos y melodías. Se diría seguidor de la doctrina "Crystal Machine" de Tim Blake, álbum que influyó más de lo que parece en posteriores pilotos de la síntesis cósmica. Aunque Schulze en su período medio 70s, el de "Timewind-Moondawn-Mirage", será su fuente prioritaria de inspiración.
Con ésas características, y (magníficas) capas melódicas superpuestas (en ambos sentidos). Inmensidad de vacío que no entiende de espacio-tiempo. Chorradas infantiles de los pobres mortales. Tan diminutos y triviales. Tan soberbios y narcisistas. Sólo músicas con ésta transcendencia se acercan a la verdadera autocomprensión y humildad de nuestra irrelevante importancia en éste TODO.
La mística continúa en la segunda cara con más "visiones cerebrales". "Quitting Time" (13'50) procede a un acercamiento "Oxygene", aunque sin parecido posible. Acaso Jarre no era otro alumno del maestro Schulze en sus comienzos? La atenta escucha de ésta pieza sólo puede llevar al entusiasmo, si se es un devoto de la Berlín School. Dinámica secuenciación engrasada en armonía con envolventes líneas melódicas efectivas y efectistas. Soltura en la composición y un músico absolutamente centrado en transmitir ÉSA sensación que ya se había perdido para 1986. Un mérito a reconocer.
Cerraba el álbum "La Tendresse" (13'30), con una intro espacial-industrial a la Schnitzler/Artemiev, en una perspectiva aérea que descubre arcanas ruinas de civilizaciones remotas. Mil cuestiones-sensaciones asaltan la psique, en la que puede ser pieza más vanguardista. Explorador de la mente. Hipnotizador del sonido. Investigador sensorial. Científico emocional. Todo lo que debe ser un buen sintetista. Y Bernd Kistenmacher hizo tratados neuronales sonoros de primer nivel. Digno de estudio. Y de tesis.
J.J. IGLESIAS