Existe toda una tradición sintetista en Italia. Quizá no muy conocida, pero sí respetada. Desde los discos 70s de Franco Battiato a los de Baffo Banfi, por decir sólo dos íconos de la avant-electrónica.
Es bueno ver a gente joven como Davide Ricci metida en éste jardín. Creo que va por su tercer álbum con "Eternal Shapes". Donde lo analógico convive amigablemente con lo último en tecnología software. Roma es una ciudad que puede inspirar mucho a la hora de crear en un ámbito Berlín School. Y Ricci lo aprovecha. Su inicio con el tema título, "Eternal Shapes" (10'09) puede ser muy bien el fruto de una profunda reflexión paseando por las ruinas de lo que fuera el Imperio Romano. Una vez el centro del mundo. Y como todo, con un final. En su inevitable aceptación está la reconciliación con la vida. Kosmische kraut de nueva factura de leyes atemporales. Siempre futurista, aunque huela a retro. Quizá incluso más. La huella de Conrad Schnitzler puede ser apreciada. O la de Peter-Michael Hamel. Por ello, también la de Terry Riley. Perspectivas minimalistas que sin embargo extienden una visión amplia, casi ilimitada. Música filosófica. Cosa seria.
No nos salimos de órbita, "Floating around the Earth" (7'03) recrea sonidos licuados de cósmica acogedora, como Tangerine Dream en "Zeit" / "Atem", plenos de la obligada carga de misterio. Bien conseguida. Redefiniendo con respeto, como un joven bluesman haría con material de John Lee Hooker o Robert Johnson. Pero en texturas creativas más abiertas, elásticas y expandidas. Este space-cadet no teme al vacío del espacio, lo moldea a su antojo. Espesor y negrura apocalíptica nos presenta "Collapse of a Super Giant Star" (5'20). Casi en un floydiano contexto de cuando aquellos gustaban de experimentar, sin atender a la lista de éxitos. Lo experimental como vehículo descriptivo, excitante neuronal que se echa de menos. Porque un lienzo surrealista no tiene porqué significar lo mismo para todos. Verdadera trampa y consecuencia de la decadencia en la música actual.
Davide Ricci hace buenas Polaroids instantáneas, con el sonido de sus aparatos. Termina éste breve álbum de media hora, (en tiempos lo normal era que durasen el triple!), con "Saturn's Ring" (10'18). Es otra invitación al viaje incorpóreo de cósmica magnitud y de nuevo semejanzas con el gran Conrad Schnitzler. Personaje siempre reivindicable , que parece no estar olvidado, según se escucha en éste muy buen ejercicio de estilo. Un fructífero cerebro basta para que la Berlín School perdure en cualquier parte del mundo. Aquí un ejemplo.
J.J. IGLESIAS